junta, quedándose solo con sus amigos , con lo cual todavía no cesaban los motivos y recelos de alguna turbación. Para cuyo remedio pareció a ser conveniente prenderle, y para poderlo hacer con más comodidad, despachó veinte soldados con un caudillo llamado Escaso, para que le buscase y trajese preso con los demás que con él andaban. Salidos al efecto, llegaron a un monte muy áspero donde estaba retirado, y entrados dentro de él, vieron en una espesura de grandes árboles una casa cubierta de palmas, las paredes de tapia francesa, y reconociendo con la obscuridad de la noche la gente que estaban dentro, vieron que había solo 4 ó 5 españoles, y uno de ellos el capitán que estaba enfermo de los ojos, y por el gran dolor de un accidente no podía dormir: y descubriéndole por un agujero el caudillo Escaso, le apuntó con una jara de ballesta, la cual disparada, le atravesó con ella el costado de que luego cayó muerto, y así le trajeron atravesado en un caballo a la . Y porque el capitán reprobó este hecho, y tomó por suya la causa con tanta turbación, fue preso y puesto a buen recaudo, de que Francisco de Vergara su hermano fue muy sentido; y dádose aviso de lo sucedido al General, que aun no estaba muchas leguas de la ciudad, fue necesario volver en persona a aquietar esta turbación, que estaba a pique de gran ruina. Donde llegado, despachó a a su real, en que había quedado con toda la gente; y entre los dos fueron de acuerdo, que le diesen lugar para irse al Brasil, y llevar en su compañía solo un soldado llamado Flores. Diole lugar a conseguir su intento, y partió a su jornada, atravesando por los pueblos de los indios : entró en la provincia de los Tupís que son antiguos enemigos de los y castellanos, y amigos de los portugueses: estos prendieron a y a su compañero, y atados con fuertes cordeles los tuvieron tres o cuatro días, y al cabo de ellos mataron a Flores y se lo comieron con gran fiesta: diciendo a , que otro día harían con él otro tanto. Del cual peligro fue Dios servido librarle; y soltándose de la prisión por medio y ayuda de una india que le guardaba, llegado a San Vicente se casó con una señora llamada doña Elvira, hija del capitán Becerra, de la armada de Sanabria, como adelante diremos. Vuelto el General a su real halló menos a que no dejó de sentirlo, y así le escribió luego una carta de mucha amistad, y le envió un socorro de ropa blanca y rescate para el camino, con una espada de su misma cinta; que todo ello recibió , excepto la espada, por la dañada intención que llevaba contra él.