Humanidades Digitales: infraestructuras visibles e invisibles 1
Gimena del Rio Riande (IIBICRIT, CONICET Argentina)
1. ¿Qué son las infraestructuras?
El concepto de infraestructura resulta fundamental en las teorías marxistas y post marxistas, en tanto factor central del proceso histórico que, según el caso, determina o transforma el desarrollo de la sociedad, pesando sobre las relaciones de poder y producción a nivel superestructural. Desde un abordaje pragmático, que sigue literalmente la etimología del término, las infraestructuras son aquello que sostienen o soportan otra cosa: un sistema, un objeto, un proceso. Por esta razón, las infraestructuras suelen definirse como invisibles para los humanos, quienes apenas se percatan de su existencia cuando estas se rompen o desaparecen (Bowker, 1998, Jackson et al., 2007; Corsin, 2018; Binder et al., 2015). Esto hace que su componente ideológico, en tanto elemento configurador de condiciones de posibilidad y de relaciones de poder y autoridad, sea difícil de percibir a primera vista.
En el contexto de las Humanidades Digitales (HD), una infraestructura puede referirse a objetos físicos, como servidores, pero puede asimismo encontrarse bajo la forma de código, de software, de estándar, y hasta en la organización de un laboratorio, centro o asociación académica. Al igual que lo que proponen Badenoch y Flickers (2010: 11) con respecto a las infraestructuras de investigación digital o las infraestructuras digitales para la investigación (digital research infrastructures), podemos entenderlas como un conjunto de tecnologías que mediatizan la investigación y los recursos, la colaboración y la diseminación de resultados. No obstante, al ser las HD un campo que define una gran parte de sus marcos teóricos, metodologías y prácticas en la intersección de la investigación humanística (y humana) con el componente digital, es válido preguntarse hasta qué punto la tecnología digital valida o sostiene su episteme y cómo lo hace (Bhattacharyya, 2017; Liu, 2017) y pensar qué tipo investigación en HD se puede hacer en un contexto con mayor o menor presencia de infraestructuras digitales.
Asimismo, cabe interrogarse acerca de las relaciones de las infraestructuras tecnológicas con las infraestructuras sociales y cómo estas pueden crear infraestructuras de conocimiento más o menos abiertas, según el modelo más o menos descentralizado (Shorish y Chan, 2919). Alberto Corsin (2018: 5-7) expone esta cuestión, aunque en un contexto muy diferente, a partir de un contraejemplo de carácter social de Perú. En Lima apenas llueve y, ante la falta de agua, muchas empresas empiezan a venderla en camiones cisterna a los ciudadanos a un precio altísimo. El Estado apenas los oye y, entonces, son los ciudadanos los que diseñar unas enormes mallas “atrapanieblas” –16 metros de alto por cuatro de ancho– que intervienen el paisaje y permiten condensar la espesa neblina limeña. Las gotas de agua que quedan suspendidas en la malla descienden por gravedad a un sistema recolector que las traslada a una cisterna, llegando a capturar por día unos dieciséis litros de agua. Así, los ciudadanos generan, construyen sus propias infraestructuras. Modestas, superpuestas, complejas.
El caso deja a la luz el derecho a las infraestructuras, las infraestructuras como derecho, y la repentina visibilidad de las infraestructuras cuando una comunidad toma el control. Los ejemplos proporcionados en este trabajo bucearán, de un modo u otro, en esta tesis, con el fin de pensar las infraestructuras de las HD.
2. Las infraestructuras de las HD
La emergencia de las HD a partir de la segunda mitad de la década de 2000 centralizó debates acerca de la diversidad y las tradiciones y hegemonías en este campo, principalmente en los foros de las academias del llamado Norte Global (Risam, 2018; Fiormonte, 2012, 2014). No obstante, estas conversaciones se focalizaron en problemas como los monopolios de lengua, género o raza, sin atender a una reflexión sobre las instituciones como órganos de poder para entender los diversos contextos –no solo académicos, culturales, sino también socio-económicos– de las HD a nivel global (Fiormonte y del Rio, 2017).
Podríamos aquí partir de una de las tantas reflexiones de Marx acerca de la objetivación del conocimiento en las máquinas:
La naturaleza no construye máquinas, ni locomotoras, ferrocarriles, electric telegraphs (telégrafos eléctricos), self acting mules (hiladoras automáticas), etc. Son estos productos de la industria humana; material natural, transformado en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza o de su actuación en la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana; fuerza objetivada del conocimiento (Marx, 1976: 229).
En una línea de pensamiento algo similar en lo que hace a la materialidad de las HD, Liu (2017) subrayó varias veces el hecho de que estas construyen un “new materialism” basado en proyectos, software, hardware, cuestión sobre la que, desde otro lugar, Kirschenbaum (2010) había ya llamado la atención al afirmar que las:
Digital humanities, which began as a term of consensus among a relatively small group of researchers, is now backed on a growing number of campuses by a level of funding, infrastructure, and administrative commitments that would have been unthinkable even a decade ago (…) (2010: 60).
Algo que Gold (2018) años más tarde tampoco dejaría pasar.
Volviendo a Kirscenbaum, el investigador norteamericano dejaba ya entrever la invisibilidad de las infraestructuras que, al sostener las tareas de investigación y docencia en HD, naturalizaban una definición y accionar:
Whatever else it might be then, the digital humanities today is about a scholarship (and a pedagogy) that is publicly visible in ways to which we are generally unaccustomed, “a scholarship and pedagogy that are bound up with infrastructure in ways that are deeper and more explicit than we are generally accustomed to”, a scholarship and pedagogy that are collaborative and depend on networks of people and that live an active 24/7 life online (2010: 60). (el énfasis es mío)
No obstante, desde mi punto de vista, la reflexión sobre las HD como infraestructuras tecnológicas y de conocimiento ha sido dispar y sesgada, dando lugar a trabajos rigurosos, aunque de carácter descriptivo y/o constatativo, sin ningún acercamiento a los problemas que trajo consigo el universo de infraestructuras web y la nueva geopolítica del conocimiento (Sordi y Fiormonte, 2019). Por nombrar unos pocos ejemplos, Tasovac et al. (2015) hablaban con justa razón de un “infrastructural turn” en las HD con implicaciones prácticas en las formas en las que hoy día se construyen herramientas y recursos. Más recientemente, Bernardou (2018) sostenía que en los últimos veinte años habíamos asistido al exitoso establecimiento de infraestructuras de investigación y recordaba que ya, para 2014, Erik Champion entendía –siguiendo la teoría de Karen Knorr-Cetina (2001) sobre las infraestructuras como ecosistemas dinámicos– que a las HD debíamos pensarlas en términos de ecosistema académico (“scholarly ecosystem”). La lectura de estos trabajos podría dejar a cualquier lector con la idea de que la tecnología es una e idéntica y que todos los usuarios de esas tecnologías cuentan con la misma alfabetización digital.
El desarrollo de las infraestructuras de investigación digital en los últimos veinte años fue anticipado, en muchos aspectos, por dos textos surgidos en Norteamérica: el Informe Atkins sobre ciberinfraestructuras para la investigación (Atkins et al., 2003) y el informe de la American Council of Learned Societies (ACLS, 2006). Sin embargo, la conversación sobre infraestructuras no tuvo un calado hondo a ese lado del mundo, más allá de proyectos como Bamboo –”a humanities cyberinfrastructure, particularly for working with textual corpora” (Dombrowski, 214: 331)–, que Quinn Dombrowski bien supo destripar para aprender del fracaso. Fue en Europa, hacia 2006, donde estrategias a largo plazo como la European Strategy Forum on Research Infrastructures (ESFRI) –”a strategic instrument to develop the scientific integration of Europe and to strengthen its international outreach (Blümm y Schmunk, 2016)– se hicieron de esta agenda de interés para las Humanidades, creándose CLARIN, la infraestructura para recursos lingüísticos y tecnología, DARIAH, la infraestructura de investigación digital para las Artes y Humanidades, y ARIADNE, la infraestructura de investigación avanzada para datasets de Arqueología. En líneas generales, uno de los objetivos que comparten estas infraestructuras es el de abordar la naturaleza compleja de los datasets en la investigación con herramientas digitales en las Humanidades, y una mejora comprensión de la investigación con métodos y prácticas de trabajo colaborativo en Humanidades. Otros problemas como la preservación a largo plazo de los datos, la alfabetización digital con técnicas cuantitativas y el reconocimiento y crédito recorren los sitios web donde se explican las misiones y funciones de estas infraestructuras.
Pero la pregunta aquí no es qué buscan hacer estas infraestructuras sino quiénes son parte de ellas y quiénes se benefician de ellas. En todos los casos, si bien son programas que reciben dinero de la Unión Europea, no pertenecen a ella todos los países europeos. Tampoco, más allá de los temas que hacen a su agenda, que son de gran interés para cualquier investigador en el mundo, muchas preguntas no parecen siquiera haber sido hipotizadas en algún momento:
1) ¿se pueden homogeneizar las diferentes tradiciones de investigación (y de organización estructural de la investigación) en los diferentes países europeos?
2) ¿cuánto saben los humanistas digitales a día de hoy sobre estas infraestructuras? ¿se espera que sean solo usuarios/consumidores? ¿cómo se piensa esta comunidad y cómo piensa su gobernanza (y la de sus datos)?
3) ¿cómo se mide la representación de las distintas lenguas europeas?
El sitio web de DARIAH, por ejemplo, solo se ofrece en inglés, aunque me consta que algunos proyectos de la infraestructura, como OpenMethods, vienen poco a poco abriendo el debate sobre los procesos de apertura en la investigación, desde lo tecnológico a lo lingüístico (del Rio y Tóth-Czifra, 2019).
Estas preguntas de algún modo se relacionan con un trabajo del año 2017 del gran experto en infraestructuras abiertas para la investigación, Cameron Neylon. Entendiendo la necesidad de que las infraestructuras estén sostenidas por la misma comunidad científica que representa, Neylon ilustra algunos problemas de sostenibilidad que no solo se relacionan meramente con los modelos de financiación de estas infraestructuras sino con cuestiones de economía política, considerando esencial el principio de gobernanza comunitaria. En una línea similar están Shorish y Chan (2019) cuando afirman que cualquier infraestructura comprende sistemas y prácticas sociales que reflejan los valores de sus creadores e, idealmente, de quienes interactúan con ella: una infraestructura nunca es neutral sino que implica una lucha por el poder, legitimando voces y determinando cómo y quién puede acceder a la información. Consecuentemente, estos autores reclaman que las infraestructuras de investigación sean construidas y controladas por las mismas comunidades, valorando la diversidad para evitar los sesgos sobre lenguas, áreas de investigación, metodologías, y estándares que solo refuerzan la idea de la que la investigación puede ser reducida a un solo conjunto de prácticas “universales”. Un ejemplo de gran interés que traen es el del proyecto Invest in Open Infrastructures(IOI). En su preámbulo se explica que:
We imagine a world in which communities of researchers, scholars, and knowledge workers across the globe are fully enabled to share, discover, and work together. It is clear that the needs of today’s diverse scholarly communities are not being met by the existing largely uncoordinated scholarly infrastructure, which is dominated by vendor products that take ownership of the scholarly process and data. We intend to create a new open infrastructure system that will enable us to work in a more integrated, collaborative and strategic way. It will support global connections and consistency where it is appropriate, and local and contextual requirements where that is needed.
La declaración de intenciones es clara, a pesar de quedar apenas en la abstracción y no ejemplificar cómo se lograría la construcción y puesta en práctica de estas infraestructuras. Se suma a ello la escasa o nula representación de zonas del planeta más allá de Norteamérica y Europa. Por último, un abordaje de gran importancia es el de Capadisli (2016), quien apuesta por infraestructuras descentralizadas para la investigación (modelo que en América Latina proponen los metapublishers SciELO) y RedALyC o metarepositorios como LaReferencia, de los que más adelante hablaré. En un texto tan sólido como seductor recuerda Capadisli (2016) que Harold Innis y Marshall McLuhan sostuvieron en su día que los medios electrónicos, a diferencia de cualquier otro, comprimen el tiempo y el espacio, construyendo, consecuentemente, la idea de “aldea global”, y facilitando la centralización del control. Así y todo, aunque Internet y la web constituyen sistemas descentralizado, asistimos, por el contrario, a la centralización en el intercambio de información.
Apertura, construcción comunitaria, descentralización, entre otros, parecen ser los términos que deberían definir entonces nuestras infraestructuras. Tal vez las HD deberían en este momento tomar ejemplo de algunos proyectos sobre infraestructuras abiertas para la comunicación científica para pensar su desarrollo en los próximos años.
3. ¿Y en América Latina?
Parafraseando a Juan Pablo Alperin (2015), la investigación científica en América Latina se distingue por:
1) llevarse a cabo en la región más grande del mundo que busca aumentar la visibilidad científica y la calidad de sus publicaciones a través de un modelo descentralizado de portales regionales en línea como SciELO, RedALyC, LaReferencia;
2) superar a otras partes del mundo en la cantidad de investigación que se publica en línea, en abierto, sin cargo, y sin la mayoría de las restricciones de derechos de autor.
Sorprendentemente, o no, infraestructuras del Norte Global, como la Web of Science o Scopus son incapaces hacerse cargo de estas características de la producción científica en la región latinoamericana, como bien ilustra el siguiente mapa:
Fuente: ScholCommLab
Al contrario de la propuesta de las infraestructuras para las HD antes mencionadas, las iniciativas latinoamericanas para la publicación científica parecen decantarse por un modelo descentralizado (Packer et. al., 2006) que contribuya a desarrollar capacidades e infraestructuras en los diferentes países. Paradójicamente, más allá de los avances en lo que hace al Acceso Abierto, la democratización del conocimiento y la justicia cognitiva, América Latina es la región más desigual del mundo, una región, según el World Economic Forum on Latin America, con los niveles más bajos de digitalización de la ciudadanía, así como niveles muy bajos de adopción de tecnología.
Fuente: CEPAL 2019.
Si, como decían Bhattacharyya (2017) y Liu (2017), a la epistemología de las HD subyace la tecnología, varias preguntas se vuelven entonces urgentes: ¿Cómo podemos elaborar un curriculum en Humanidades Digitales en una región atravesada por la desigualdad social, la obsolescencia de las infraestructuras y la falta de adaptación a los avances tecnológicos? ¿Pueden las HD en América Latina “competir” con los modelos de financiación, sostenibilidad y legitimación de las HD del Norte Global? (del Rio Riande et al., 2018ab). ¿Qué pasa entonces con las infraestructuras para la investigación en HD en América Latina?
Por poner solo un ejemplo, hace dos años funciona dentro de CONICET el primer laboratorio de HD, HD CAICYT Lab: una sala de mínimas dimensiones compuesta desde lo humano por apenas tres integrantes mujeres –Gimena del Rio Riande, Romina De León y Nidia Hernández–. Con un esquema horizontal de trabajo empezamos a trabajar en la posibilidad de anotar y editar digitalmente, y explotar desde los métodos y herramientas cuantitativos y macroanalíticos (Jockers, 2013), un corpus de textos de tipo cronístico/relato de viaje, de entre los siglos XVI-XVII, que describen por primera vez la zona del Rio de la Plata.
Al tamaño modesto del laboratorio le hace juego la inexistencia de financiación específica para las HD en Argentina (y la región), lo que hace que, en la mayoría de los casos, se deba buscar formas de financiar el trabajo con fondos extranjeros o con la participación en grupos de investigación fuera del país. En nuestro caso, gracias al apoyo del hoy denominado Pelagios Network pudimos llevar a cabo gran parte de la investigación, anotación semántica colaborativa, y edición de este corpus. Pelagios Network es una comunidad y una infraestructura que trabaja con tecnologías semánticas como Linked Open Geodata para las humanidades. Su objetivo es fomentar mejores vínculos entre diferentes recursos en línea (fuentes relacionadas con datos históricos, geográficos, mapas) para documentar el pasado. Pelagios Commons ofrece a la comunidad de humanistas digitales herramientas y recursos online que, por un lado, no necesitan de conocimientos de programación y, por el otro, permiten un trabajo colaborativo en la nube. Destaco este elemento en primer lugar, porque los intereses de Pelagios no estaban puestos en la anotación y georreferenciación de textos coloniales latinoamericanos en un primer momento. Eso supuso al laboratorio, no solo trabajar con herramientas pensadas principalmente para textos en inglés, sino para textos del pasado clásico o europeo.
Desde nuestro lugar, no solo recontextualizamos una infraestructura como la de Pelagios, sino que transculturamos (Ortiz, 1963) sus herramientas desde la periferia: creamos desde materiales y tutoriales en español, a un gazetteer específico para este tipo de textos (Indias, basado y con la colaboración del HGIS de las Indias de Wener Stangl, https://www.hgis-indias.net/). Evidentemente, este trabajo no podíamos realizarlo entre apenas tres trabajadoras y sin las geoinfraestructuras necesarias. De la mano de ello, a la imposibilidad de acceder a infraestructuras de investigación más básicas, como servidores propios y a los problemas de inestabilidad en la conexión wifi, se los enfrentó con el uso de tecnologías mínimas, abiertas y agnósticas que en los últimos años vienen denominándose como Minimal Computing (Gil, s/f). En nuestro caso, el binomio GitHub-Zenodo, GitHub pages-Jekyll, se transformó en esencial, tanto para repositorio de datos y trabajos, como para herramientas de publicación. Es decir, estamos haciendo investigación en HD en un espacio completamente desprovisto de un marco institucional que regule las HD y huérfano de una infraestructura de investigación que nos arrope. Si bien hemos encontrado las soluciones metodológicas y tecnológicamente adecuadas a nuestro contexto y nuestros objetivos, el panorama resulta tan desigual que apenas puede relacionar la escala, intereses y las herramientas que un gran proyecto o infraestructura pueda hoy mostrar y los de nuestro laboratorio.
Y este no es un panorama ajeno a los proyecto en HD en América Latina. Si bien, por ejemplo, en Argentina, en la última década, la creciente toma de conciencia sobre la importancia de la circulación y el acceso a los datos se ha visto objetivada en dos leyes de enorme trascendencia –la Ley de Repositorios Institucionales 26.899/13, que impone la obligación de publicación de las fuentes primarias de la investigación financiada por el Estado Nacional, y la Ley de Acceso a la Información Pública 27.275/16, la cual garantiza el derecho de acceso a la información pública y a la transparencia activa de las gestiones de gobierno– estas iniciativas apenas han puesto en la agenda académica al campo de las Humanidades. Este ha quedado completamente rezagado, si no olvidado, en lo que hace a la gestión y preservación de los datos de investigación y a las necesidades de los investigadores.
En nuestro caso, como decís, el laboratorio genera hoy su propia infraestructura, a través del uso de tecnologías mínimas y abiertas para la anotación, edición y explotación y publicación del corpus, y para el almacenamiento y preservación de los datos. Este proceso, que ha sido parte de una investigación casi artesanal, de “prueba y error”, en el cual mucho he aprendido de mis colegas del norte, como parte de mi colaboración con el consorcio Force11, hace que la infraestructura que usamos en el laboratorio se vuelva visible en cada uno de los pasos que llevamos adelante en nuestro proceso de investigación.
3. De todo lo visible y lo invisible o volver a pensar la investigación en HD
Si algo parece estar reclamando la investigación en nuestros días es un marco estratégico que sirva como base estable para las comunicaciones académicas en el siglo XXI. Mejorar las condiciones de producción en ambientes digitales es vital para el crecimiento de las HD en una región como América Latina. También pensar en infraestructuras construidas desde los principios de la apertura, la construcción de comunidad y de conocimiento sin monopolios. En ese sentido, los ideales y las tecnologías descentralizadas de las iniciativas latinoamericanas para la publicación científica –SciELO y RedALyC o LaReferencia– surgen como modelos que bien servirían a una infraestructura latinoamericana para las HD.
El caso de HD CAICYT Lab muestra cómo un proceso que se sostiene en infraestructuras y workflows abiertos (corpus, datos, software, repositorios; del Rio Riande el at. 2018ab) no necesita de una inversión millonaria, y también ilustra cómo es la comunidad (aquí a mínima escala) la que puede decidir y gobernar sus datos e infraestructuras. Y en algún punto, asimismo se hace eco del derecho a las infraestructuras que Corsin (2018) justificaba con el ejemplo de los cazadores de nubes en Perú.
Geoffrey Rockwell (2013) lo dejó claro hace ya tiempo: “Research infrastructure is not research just as roads are not economic activity. I am compelled here to counter that infrastructure IS people”. Creo que, quizás sin quererlo, Rockwell está glosando a Marx en la idea de que no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. En algún punto, no son las infraestructuras las que determinan las HD, sino las HD que construyamos (más o menos abiertas, más o menos comunitarias, más o menos sesgadas por región, lengua, etc.) las que determinarán las infraestructuras que, a la vez, construyamos para luego invisibilizar.
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La investigación sobre infraestructuras en las Digital Humanities fue posibilitada por los recursos Sci-Hub y Library Genesis. El hecho de que casi un 80% de los artículos científicos y capítulos de libro sobre este tema se encuentre tras paywalls indica, por un lado, la geografía de los debates y una inexistente perspectiva sobre el tema a nivel global en las HD. Por el contrario, el acceso a publicaciones en sitios web de investigadores como Leslie Chan, Cameron Neylon, Daniel Katz, por nombrar algunos de los aportes desde el campo de la scholarly communication o la ciencia abierta que menciono en este trabajo, dan cuenta, no solo de la centralidad del tema en estos campo, sino también de un diálogo mucho más fluido, abierto y global. ↩