golpes le derribó muerto en tierra. Y continuando con grande esfuerzo y valor, fue matando otros muchos caciques e indios, con que ya muy desangrando y cansado con las mismas heridas, cayó en el suelo donde los indios le acabaron de matar, con gran contento de gozar de la buena suerte en que consistía el buen efecto de su intento.
Con la muerte de este capitán fue luego ganada la fuerza, y toda ella destruida sin dejar hombre a vida, excepto cinco mujeres que allí había, con la muy cara y unos tres o cuatro muchachos, que por serlo no los mataron, y fueron presos y cautivos: haciendo montón del despojo, para repartirlo entre toda la gente de guerra, aunque esto más se hace para aventajar a los valientes y para que los caciques y principales escojan y tomen para sí lo que mejor les parece.
Lo que hecho, visto por la muerte de su hermano, y la dama que tan cara le costaba, no dejó de derramar muchas lágrimas, considerando el ardiente amor que le había tenido, y el que en su pecho iba sintiendo tener a esta española: y así de todos los despojos que aquí se ganaron, no quiso por su parte tomar otra cosa, que por su esclava a la que por otra parte era señora de los otros.
La cual puesta en su poder, no podía disimular el sentimiento de su gran miseria con lágrimas de sus ojos; y aunque era bien tratada y servida de los criados de , no era eso parte para dejar de vivir con mucho desconsuelo, por verse poseída de un bárbaro. El cual viéndola tan afligida, un día por consolarla la habló con muestra de grande amor, y le dijo: de hoy en adelante, Lucía, no te tengas por mi esclava, sino por mi querida mujer, y como tal, puedes ser señora de todo cuanto tengo, y hacer a tu voluntad de hoy para siempre; y junto con esto te doy lo más principal, que es el corazón.
Las cuales razones afligieron sumamente a la triste cautiva, y pocos días después se le acrecentó más el sentimiento, con la ocasión que de nuevo se le ofreció, y fue, que en este tiempo los indios corredores trajeron preso ante a ; el cual habiendo vuelto con los demás del bergantín al puesto de la fortaleza, saltando en tierra, la vio asolada y destruida, con todos los cuerpos de los que allí se mataron; y no hallando entre ellos el de su querida mujer, y considerando el caso, se resolvió a entrarse entre aquellos bárbaros, y quedarse cautivo con su mujer, estimando eso en menos, y aun dar la vida, que vivir ausente de ella.