A este efecto, desde la , de donde salieron a su jornada, se fueron por algunos pueblos de indios, y atravesando una cordillera que viene de la costa de la mar, y corriendo hacia el Poniente y Septentrión, se va a juntar con la general y alta , haciendo entre una y otra muy grandes y espaciosos valles, poblados de muchos indios de varias naciones. Pasando de aquel cabo, corriendo su derrota por muchas poblaciones de indios que les agasajaron y dieron pasaje, continuando sus jornadas, volvieron hacia el Sur, y entraron en una provincia de gran suma, y multitud de gente; muy rica de oro y plata, que tenían juntamente mucha cantidad de ganados y carneros de la tierra, de cuya lana fabricaban gran suma de ropa bien tejida.
Estos naturales obedecían a un que los gobernaba, y teniendo por más seguro los españoles meterse debajo de su amparo, determinaron irse adonde él estaba. Y llegados a su presencia, con reverencia y acatamiento le dieron su embajada, por el mejor modo que les fue posible, dándole satisfacción de su venida, y pidiéndole su amistad de parte de Su Majestad, que era un poderoso príncipe que tenía su reino y señorío de la otra parte del mar: no porque tenía necesidad de adquirir nuevas tierras y señoríos, ni otro interés alguno más que tenerle por amigo, y conservar su amistad, como lo hace con otros muchos príncipes y reyes, y celo de darle a conocer al verdadero Dios.
En este particular fueron los españoles con gran recato, por no caer en desgracia de aquel Señor: el cual los recibió humanamente haciéndoles buen tratamiento, gustando mucho de su conversación y costumbres de los españoles. Allí estuvieron muchos días, hasta que y sus compañeros le pidieron licencia para volverse, la cual este Señor les concedió liberalmente, dándoles muchas piezas de oro y plata, y cargándoles de cuanta ropa pudieron llevar, y juntamente les dio indios que los acompañasen y sirviesen. Y atravesando toda aquella tierra, vinieron por su derrota hasta topar con la fortaleza de donde habían salido, la cual hallaron desierta y asolada, después del desdichado suceso de don , y de los demás que con él murieron.
Lo cual visto por , tornó a dar vuelta con su compañía a esta provincia, de donde pasados algunos días determinaron salir de aquella tierra y pasar adelante: como lo hicieron por muchas regiones y comarcas de indios de lenguas diferentes, y también en costumbres. Y subiendo una cordillera altísima y áspera, de la cual mirando el