cuyo tiempo llegaron de refresco otros escuadrones de la parte del pueblo, con que quedaron en medio los nuestros: los cuales vístose tan apretados y algunos muertos, los demás aunque heridos se fueron retirando desordenadamente, y así tuvieron los indios mejor ocasión de acabarlos sin que quedase ninguno, con notable crueldad.
Alcanzada esta victoria, la procuraron llevar adelante: para lo cual cercaron el fuerte más de dos mil indios, perseverando en él, hasta que vieron buena ocasión y le asaltaron, y de primera instancia fue herido el de un picazo que le atravesaron por una ingle, y apretaron tan fuertemente a los del fuerte, que a no remediarlo Nuestro Señor, sin ninguna duda ganaran aquel día el fuerte, pereciendo todos en él.
Y fue el auxilio de esta manera: que estando en su mayor fuerza el asalto, llegaron dos bergantines en que venían el capitán , y , y oyendo la gritería y bocinas de los indios, reconocieron lo que podía ser, y desde afuera comenzaron a disparar los pedreros, versos y demás artillería que traían en los bergantines, asestando a los escuadrones de los indios, con que hicieron gran riza. Y saltando en tierra con gran determinación, tomando los capitanes la vanguardia, peleando cara a cara con el enemigo a espada y rodela, le rompieron de manera que le fue forzoso desamparar el puesto.
Y visto por los del fuerte, tuvieron lugar de salir a pelear, y lo hicieron con gran valor, hiriendo y matando a cuantos encontraban, con lo que se puso el indio en huida, mostrando en esta ocasión los soldados el valor de sus personas, en especial Juan de Paredes, extremeño, y Damián de Olavarriaga, vizcaíno, Campuzano, y otros que no cuento.
Quedaron muertos en el campo más de cuatro cientos indios, y a no hallarse nuestros españoles tan cansados, sin duda ninguna los acabaran a todos, según estaban de desordenados y rendidos, y atónitos de una visión que, dicen, vieron en un torreón del fuerte un hombre vestido de blanco, con una espada desnuda en la mano, que les cegaba con su vista, de que atemorizados caían en tierra. Fue este suceso a 3 de Febrero, día del bienaventurado San Blas, de quien siempre se entendió haber recibido este socorro los nuestros, como otras muchas veces lo ha hecho en aquella tierra, de donde se tiene con él gran devoción, y le han recibido por patrón y abogado.
Concluido el suceso, se recogieron los españoles, los cuales unos