acuerdo ni parecer de los demás capitanes, habiéndolos asegurado con buenas palabras, dio en ellos una madrugada, y quemándoles sus ranchos, mató gran cantidad, y prendiendo mucha suma de mujeres, y demás chusma, lo repartió todo entre los soldados. Hecho esto, se partió con su gente para Buenos Aires, llevando al , en cuyo lugar dejó a con 100 soldados.
Llegado a Buenos Aires, halló que de Castilla, había llegado a aquel puerto, por orden de Su Majestad, el veedor con una nao llamada la Marañona, con muchas armas y municiones, ropa y mercaderías que habían despachado ciertos mercaderes de Sevilla, que se habían obligado de hacer este proveimiento al gobernador don : y así mismo vinieron algunos caballeros y soldados, y entre ellos el más conocido, , y , sobrino del veedor. Luego que desembarcaron, se determinó volver a despachar la misma nao a dar aviso a Su Majestad del estado de la tierra, y para el efecto se embarcaron y .
Y ellos partidos, se tuvo nueva que el capitán estaba en muy notable aprieto en su casa fuerte del , porque los indios comarcanos, lastimados de lo que con los había usado , procuraron vengarse; y así habían ya muerto 4 soldados. Y no contentos con esto, y para hacerlo más en forma, cautelosamente enviaron ciertos caciques al capitán, disculpándose de lo sucedido, y echando la culpa a unos indios con quienes decían estaban encontrados, por ser ellos amigos de los españoles. Y pues lo eran, y aquellos sus enemigos venían sobre ellos, les socorriese; que de no hacerlo, se temían ser maltratados; y vístose sin remedio, por evadirse de la muerte, sería fuerza aunarse con aquel enemigo, y dar tras los españoles, cuya culpa sería suya, pues siendo sus amigos no le socorrían. Al fin, de tal manera supieron hacer su negocio, y con tanto disimulo, que el capitán se vio forzado a darles 50 soldados, que fuesen con ellos, a cargo de su alférez Alonso Suárez de Figueroa.
El cual habiendo salido, fue caminando con buen orden hasta ponerse a vista del pueblo de los indios, que distaba poco más de dos leguas del fuerte. Y entrando en un bosque, que antes del pueblo estaba, sintieron ruido, y era de la gente emboscada que los estaba aguardando; y acometiéndoles por las espaldas, les arremetieron tan furiosamente, que sacándolos a lo raso, les dieron gran rociada de flechas, de que quedaron muchos heridos; y como estaban, revolvieron sobre ellos con mucho esfuerzo, y mataron muchos de los indios. En