canoas, y llegaron a término de echar mano a las amarras con intento de meterse dentro, a los cuales resistieron Céspedes y Almaráz, con otros soldados que en los navíos estaban, matando algunos indios, que con atrevimiento quisieron entrar. Haciéndose algo a fuera, dispararon algunos versos y arcabuces, con que trastornando algunas canoas, las echaron a fondo; y viéndose en tal mal paraje, ellos y los de tierra dieron a huir, y los españoles con gran valor los siguieron, matando a su cacique principal, y ellos hirieron de un flechazo en la garganta a don Juan de Carabajal de que murió dentro de tres días. Siguiendo los nuestros el alcance hasta las partes donde tenían las canoas, donde llegados que fueron, se embarcaron en ellas, y pasaron a la otra parte, donde había gran golpe de gente mirando el paradero y fin del negocio. Visto esto por los nuestros, se recogieron a su cuartel, donde hallaron 2 soldados muertos y 40 heridos, y entre ellos el capitán, de tres heridas peligrosas; y todos juntos dieron muchas gracias a Dios Nuestro Señor, por haberlos librado de tan gran peligro y traición. En la refriega quedaron algunos indios mal heridos, de quienes después supieron, como el padre Aguilar, que así se llamaba el clérigo que con los soldados fue a pescar, los habían muerto estos traidores, lo cual todo sucedió el mismo año de 1538.
Al siguiente día partió para otro puerto que está más arriba, y saltando en tierra reconoció por todas partes, por ver si había alguna muestra de haber llegado gente española: y visto que no, se tornó a embarcar, haciéndose a lo largo, apartado de tierra, donde estuvo aquella noche con buena centinela. Al cuarto del alba, a la parte del Poniente, oyeron unas voces como que llamaban: y para ver lo que era, mandó el capitán a cuatro soldados, que en un batel fuesen a reconocerlo. Llegando cerca de tierra con el recato posible, y a donde se oían las voces, reconocieron un indio, que en lengua española pedía que lo embarcasen: y mandándole subir mas de un tiro de ballesta, porque no hubiese alguna celada, le metieron en el batel, y trajeron a . Como llegó el indio, comenzó a derramar muchas lágrimas, diciendo: "Yo, Señor, soy un indio natural de las llanos, de una nación que, llaman ; llevóme de mi pueblo por su criado el sin ventura , cuando por allí pasó: púsome por nombre , y siguiendo su jornada en busca de sus navíos, vino a parar en este río, donde debajo de traición y engaño le mataron estos indios con todos los españoles que traía en su compañía. Y aquí, sin poder pasar el indio adelante se quedó.
De ahí a un poco algo sosegado, le dijo el capitán, le contase