para deliberar lo que debían hacer en razón de dar la paz: la cual se les concedió con acuerdo de todos los capitanes, por más justificar aquel negocio; tornándoles a requerir se sometiesen a la real obediencia, y que se les perdonaría lo pasado. Y visto por los nuestros que pasaba el término, y que el haberlo pedido fue para rehacerse, como lo hicieron, de mucha comida y fuerza de gente que les entró por tierra y por el río, se resolvieron a darles un terrible asalto, pasado ya el tercero día de la tregua: haciendo para el efecto dos medios torreones de madera muy fuertes sobre unas ruedas, los cuales sobrepujaban su fuerte.
Hechas sus troneras para por ellas poder a su salvo jugar su arcabucería, y acabado todo, antes que amaneciese se les dio el asalto por tres partes, porque por la del río no hubo lugar, por estar una muy grande barranca: encargando uno de los puestos al capitán , el otro a con sus compañías, y la parte del campo tomó : los cuales todos a un tiempo cerraron. Y llegando a la palizada, se comenzó a pelear con los enemigos que de sus trincheras se defendían, haciendo en los nuestros mucho daño, hiriéndolos y maltratándolos, hasta que los torreones se acercaron a la palizada y trinchera, y arcabucearon a los indios que peleaban de dentro, con que se dio lugar a que los nuestros que iban en las pavesadas y adargas, rompiesen las palizadas con las hachas y machetes que llevaban. Lo que hicieron, y entraron en el fuerte con grande ánimo; y a la parte que tocó al , andaban los indios muy insolentes, por haberle herido de un flechazo y muerto dos soldados. A cuyo tiempo entró por la palizada a socorrerle el alférez con algunos soldados, ganándoles un baluarte en que estribaba toda su fuerza.
Así mismo por el otro lado el capitán estaba apretado con riesgo y dificultad de poder entrar en el fuerte, por estar de por medio un foso muy ancho, que para poderle pasar fue necesario poner unos maderos; y al tiempo que iban pasando y rompiendo la palizada para poder entrar, salieron dos mangas de indios del fuerte a impedírselo, que cerrando por ambas partes con los nuestros, les dieron una gran rociada de flechería con que quedaron maltratados. Los cuales, viendo la fuerza con que el enemigo venía, con gran denuedo revolvieron sobre ellos, amparándose de su misma palizada; y aunque perseveraron los indios de fuera y los de dentro a flecharlos, se valían de sus arcabuces y ballestas, dándoles tanta prisa que tuvieron por bien de retirarse y entrarse en el fuerte. Sabido por , que estaba a la parte del campo, bien armado con su