cota, celada, y rodela, con su espada en la mano, yendo delante acaudillando sus soldados, entró dentro, matando con los suyos a cuantos encontraban.
A este tiempo la gente de pegó fuego a las casas cercanas al fuerte, y corriendo el incendio con gran violencia, llegaba ya cerca de una plaza, donde estaba toda la fuerza de los contrarios que con grande esfuerzo defendían las bocas de las calles; y rompiendo los nuestros por ellos, ganaron la dicha plaza, matando a muchos de los enemigos, los cuales se hicieron fuertes, y se pusieron a defender la casa del cacique principal, donde estaban apiñados más de cuatro mil indios, que hacían gran resistencia sin poderlos romper nuestra gente; hasta que llegando con su compañía por un lado, les fue apretando fuertemente. Los cuales, vístose tan acosados, con una rabia infernal cerraron todos juntos desesperadamente con los nuestros, matando dos soldados e hiriendo a otros muchos, se retiraron a la playa, donde se ampararon de las barrancas del río. Y acudiendo a ellos con los demás que le seguían, les apretó de manera que se huían por donde podían, echándose en el río, y salvándose, los que podían, en algunas canoas que allí hallaron, quedando muchos de ellos muertos.
Hecha esta facción con tan buen suceso, acudió al pueblo, donde todavía se peleaba con la gente que dentro de la casa del cacique la defendía, que era muy grande y fuerte; de manera que a buen rato de pelear la entraron los nuestros por todas sus puertas, matando a cuantos la defendían sin dejar ninguno a vida, andando los indios amigos en esta ocasión por todo el pueblo saqueando y matando a cuantos topaban, mujeres y niños, con tanta saña, que parecía exceso de fieras más que venganza de hombres de razón, sin moverles a clemencia tan grandes alaridos y clamor de tantos como mataban, que era en tanto grado que no se oía otra cosa en todo el pueblo.
Y acabado todo, los capitanes recogieron su gente en la plaza, donde ser alojaron; y puestos en un montón todos los despojos, y traídos allí todos los cautivos que había, se repartió todo a los soldados: hallándose de solas mujeres y niños más de tres mil, y muertos más de cuatro mil: y de los nuestros solo faltaron cuatro españoles, y como ciento cincuenta indios amigos, aunque muchos heridos. Con que el Señor fue servido se diese fin a esta victoria, que sucedió a 24 de julio, víspera del Apóstol Santiago, año de 1541. Luego todos los pueblos de aquella comarca vinieron a dar la paz y obediencia a Su Majestad, pidiendo les perdonasen; lo cual se les concedió en el