gran pueblo de indios, que les salieron a recibir con las armas en las manos: y asegurados de los españoles, se aquietaron acudiéndoles con la comida necesaria. Este río sale al , que se dice el , y a los naturales , gente dispuesta y agigantada. Otro día por la mañana, viendo los nuestros a la parte del este grandes y extendidos vapores, preguntaron a los indios, qué era aquello? y ellos les dijeron, que procedían aquellas nieblas de un gran río que por allá corría. Con lo cual el capitán se fue luego a aquella parte por un llano muy apacible, y reconociendo de una legua las cristalinas aguas de aquel río, llegó a sus orillas, admirándose todos de ver su anchura y profundidad. Estaba todo el río lleno de muchas islas, pobladas de muy espesos sauces, que causaban gran contento a la vista; y por toda aquella costa se divisaban muchos fuegos, con que se avisaban los naturales de lo que se les ofrecía.
Aquí sentaron su real, y otro día a las nueve vinieron a reconocer más de 300 canoas de indios, y cuando llegaron en frente de los nuestros, apartados de tierra como un tiro de flecha en una playa que allí parecía, comenzaron a levantar las palas en alto, señal de amistad, y quieta la gente oyeron los españoles hablar en voz alta a un indio que decía: "¿Sois amigos, o enemigos; qué queréis, o qué buscáis?". Admirados los nuestros de oír entre aquellos bárbaros quien hablase nuestra lengua, respondió el capitán : "Amigos somos, y venimos de paz y amistad a esta tierra del reino del , con deseo de saber de los españoles que por acá están". El indio le preguntó, quién era y cómo se llamaba: y el Capitán respondió, que lo era de aquella gente que allí traía, y se llamaba . A lo cual el indio mostró mucho contento, diciendo: "yo me huelgo, Señor Capitán, de que seamos de un nombre y apellido: yo me llamo don Francisco de Mendoza, que lo tomé de un caballero de este nombre, que fue mi padrino cuando me bautizaron: por tanto, mira señor lo que habéis menester, que yo os proveeré de muy buena voluntad".
El capitán le rogó saltase en tierra, y viniese donde él estaba, para que pudiese comunicar más despacio y poderle regalar con lo que tenía. El indio respondió: que él lo hiciera, mas que no se fiaba de él, porque estaba escarmentado de algunos españoles, que debajo de amistad le habían hecho tiro. le aseguró de su parte, que no se le haría daño ni perjuicio alguno. A lo que respondió el indio, que fuese con una condición, que enviase cuatro soldados que estuviesen en sus canoas, en el ínterin que él estaba en su poder, y a un tiempo volvió cada uno a los suyos. El capitán le dijo que estaba contento, y juró como caballero, en la cruz de su