La Argentina Manuscrita

de sus personas, con socorros y ayudas que para ello se les mandó dar. Traían en su compañía de aquel reino al Capitán , un hidalgo honrado de la provincia de Guipúzcoa, que había sido soldado imperial en Italia, y de los antiguos de las ; con quien juntamente venían Joanes de Oñate, Francisco Conton, Pedro Toledo, Alonso Martín de Trujillo, y otros muchos, que por todos eran más de cuarenta soldados. Metieron de esta jornada en aquella provincia algunas cabras y ovejas, y habiendo tenido en el camino con los indios muchos reencuentros y escaramuzas, rompieron por muchos pueblos, y llegando a cierto paraje, una noche fueron cercados de más de treinta mil indios. Y estando para acometer al real, y darle asalto, no lo osaron hacer, porque entendieron ser sentidos, por haber oído toda aquella noche los balidos de los cabrones con las cabras, creyendo eran los españoles que estaban puestos en arma, por cuya causa se retiraron.

Recibida de toda esta compañía, fueron muy satisfechos de no haber estado en su mano poderles aguardar, como quedó dicho, por las causas referidas. Pero, pasados algunos días, personas mal intencionadas se conjuraron en dar de puñaladas a , siendo autores de este negocio el , , y el sargento , con otros que habían ido del . Y siendo el negocio descubierto, fueron presos, y averiguada la verdad, se dio garrote a y al : usando de clemencia con los demás culpados, que fueron perdonados; no cesando sin embargo de esto, algunos intentos apasionados, que no dejaban de tener a la república muy turbada. En especial el capitán hacía instancia en pedir la muerte de don , por haberse casado en este tiempo con Doña , su hija; y siguiéndose la causa contra los agresores, salieron en busca de ellos, como a perturbadores de la paz, y tumultuarios de la república. Fueron presos Juan Bravo y Rengifo, y luego ahorcados; y otros que fueron habidos, fueron puestos en estrecha prisión; especialmente , que por cierta ventura fue libre de ella, echándole fuera un negro esclavo de .

Visto por algunos caballeros, que andaban en este desasosiego, el riesgo de sus vidas, y el poco fruto que hacían en andar retirados de la obediencia de quien estaba en nombre de Su Majestad, acordaron de reducirse a su servicio, y a la paz general de la república: y habiéndose tratado por mano de religiosos y sacerdotes, hallaron en el General muy entera voluntad. Venido al fin de este negocio, para más

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