de alguna de nuestra gente. Y teniendo aviso el un campo del otro de lo sucedido, llegaron a juntarse en lo más poblado de aquella tierra, donde a tropas salían a correr la redonda, y atajarles su comida para necesitarlos por todas vías a que tomasen mejor acuerdo, y viniesen de paz: y así se ofrecía tener con ellos muchas escaramuzas; hasta que entrando el año de 1560 presentó el enemigo a nuestro campo la batalla. Venía repartido en cuatro tercios; y en todos 16000 indios; y puestos en campo raso, obligaron a los nuestros a salir a romperlos. Y así mandó el Gobernador al capitán saliese con 80 de a caballo, y a los capitanes Segura y Agustín de Campo, con 1200 arcabuceros, 1600 amigos y 200 Guaycurús: y puestos en campo en dos escuadrones, la infantería que hacía frente le dio una carga, y viniéndose a este tiempo el enemigo acercándose más a los nuestros con dos escuadrones que componían 8000 indios, desgalgando los 4000 por una quebrada a dar en el real por las espaldas, para impedirles que pudiesen socorrer a los del campo; y el otro escuadrón, que era de otros 4000 indios flecheros, se puso en un pequeño recuesto, para de allí socorrer donde fuese necesario. Los nuestros se portaron con buen orden hasta tenerlos a tiro de arcabuz; y dándoles la primera rociada, se postraron por tierra hasta que pasó aquella furia, y haciendo señal de su acometida, tocando sus bocinas y trompetas, en un improviso dieron sobre nuestros escuadrones; y saliendo nuestra caballería en cuatro tropas, que la una llevaba el factor Pedro de Orantes, y la otra Peralta Cordobés, la tercera Pedro de Esquivel, y la última ; y rompiendo todos por medio de los enemigos, revolviendo a una y a otra parte, lanceando e hiriendo a muchos de ellos, aunque desordenada nuestra infantería, les fueron apretando y degollando mucha gente; con lo que amenazaron a retirarse: y vista la rota por los 4000 que estaban de reserva, bajaron por la ladera, y con furia veloz y repentina se metieron en la batalla; y animando a los suyos a volver a ella, llegaron hasta nuestros escuadrones, que a este tiempo reunidos los aguardaban en buen orden, peleando con ellos pie con pie, con tal esfuerzo y valor los apretaron, que no sólo los desbarataron, sino que los pusieron en huida; aunque un gran golpe de ellos, hechos un cuerpo, se opusieron a los nuestros sin poderlos desmembrar hasta que el capitán los acometió con la caballería; y rompiéndolos comenzaron a huir, y los nuestros a seguirlos; y haciendo en ellos cruel matanza, acabando los amigos de matar a todos los heridos que discurriendo por el campo hallaban. A cuyo tiempo, prosiguiendo