La Argentina Manuscrita

pareciese ante la real persona en la prosecución de su causa y pretensión. Y luego el año siguiente, partió para Castilla, llevando consigo gran cantidad de oro y plata, que le robó en la mar un corsario francés, sin dejarles más de unos tejuelos de oro, que una negra suya escondió debajo de su saya. Antes de su salida despachó de Lima por su teniente general del a , a quien ayudó con cantidad de plata para su avío, socorriendo así mismo a todas las personas que quisiesen volver a aquella tierra. Y juntos en la el Obispo, y General, y demás caballeros, entraron a su jornada, y llegados a Santa Cruz de la Sierra, los recibió con muestras de grande voluntad, aunque en los negocios de tu despacho les dio poco favor: y puestos en buen orden, salieron de aquella ciudad, con el Obispo y General, 60 soldados y algunas mujeres y niños, y gente de servicio con cantidad de ganado vacuno y ovejuno. El capitán salió con otra compañía al mismo paso de la otra, so color de irle en conserva. Fuele entendido que su ánimo era otro del que mostraba, como se vio, que fue sonsacando algunas personas de las que iban con el General, como fue un famoso minero, llamado Muñoz, y otros. Con esta conformidad llegaron todos juntos hasta la comarca de los indios , que quedaron poblados cuando vinieron del con , que casi todos eran de la provincia del : los cuales con su continua malicia estaban alborotados, y desamparando algunos pueblos, que estaban por el camino, se apartaron a los más lejanos, recelosos de recibir algún daño de los nuestros, o porque intentaban cometer alguna traición contra ellos: por manera que tuvo necesidad de irse apartando del General, metiéndose de un lado y otro para aquietar aquellos indios. Y llegando cerca de un pueblo donde supo que estaban algunos caciques principales, se adelantó de su compañía con doce soldados y llegó al pueblo: y apeados en la plaza, fueron bien recibidos de todos con muestra de amistad; y dándole una casa por posada, entró en ella, y se sentó en una hamaca que le tenían colgada, quitándose la celada de la cabeza para orearse. A cuya sazón llegó a él por detrás un cacique principal, llamado de la Porrilla, y le dio con una macana en la cabeza, que le hizo saltar los sesos, derribándolo en tierra. A este tiempo acometían los demás a los soldados, que ajenos de esta traición estaban a la puerta, donde sin ninguna dificultad los

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La Argentina Manuscrita. ISSN 1668-0001. https://n2t.net/ark:/69774/rgm2020. CC BY 4.0