La Argentina Manuscrita

esto mandó echar un bando, que ninguna persona fuese osada de comunicar, ni hablar con el Obispo, ni hacer junta de gente en su casa, so graves penas. Y porque su lugar teniente comunicaba de secreto con el Obispo, le quitó la vara y oficio; por cuyas causas muchas personas se retiraron a sus chacras, ausentándose de la ciudad, y el Obispo se metió dentro del monasterio de Nuestra Señora de las Mercedes, donde estuvo encerrado por muchos días, perseguido del General y de sus Ministros; quien, con el recelo dicho tenía de guarda cada semana un caudillo con 50 soldados. Hasta que entrado el año de 1572 se dispusieron a prenderle, convocando para ello mucha gente en número de 140 personas: a las cuales para este efecto tuvo en una casa, que está junto a la iglesia un religioso de San Francisco, llamado Fray Francisco del Campo, hombre a propósito para el efecto. Y saliendo el General un lunes por la mañana a oír misa a la iglesia mayor, acompañado de su guarda, entrando dentro, y haciendo oración fuera de la reja de la capilla mayor, oyó un gran tumulto y ruido de gente que entraba en dicha iglesia por todas tres puertas: a lo cual el General se levantó, y viendo tanta gente armada, se entró en capilla echando mano a la espada, al tiempo que el Obispo salia de la sacristía, revestido, con un Cristo en la mano, y junto con él su provisor, diciendo a grandes voces: "Viva la Fe de Cristo". Con esto el General se acercó al sagrario, donde le acometieron todos los soldados que venían delante, dándole muchos golpes y estocadas, sin que los guardas que tenía fuesen parte a defenderle; porque como oyeron decir-"Viva la Fe de Cristo"-, todos dijeron "Viva"; excepto un hidalgo de Extremadura llamado Gonzalo Altamirano, que se les puso delante: el cual fue atropellado de manera que dentro de pocos días murió. Y cerrando con el General, le desarmaron, y asiéndole de los cabellos, le llevaron en volandas; hasta meterlo en el monasterio de las Mercedes, donde el Obispo le tenía ya aparejada una fuerte y estrecha cámara, en que le pusieron con dos pares de grillos, y una muy gruesa cadena, que atravesaba una pared, al aposento del Obispo, y venía a cerrar en un muy grueso cepo de madera con un muy fuerte candado, cuya llave tenía el Obispo: además de los guardas, que dentro y fuera tenía a su costa, sustentándoles de sus bienes, sin dejarle más que para su sustento. Así le tuvieron más de un año, padeciendo este caballero muchas molestias e inhumanidades, pagando por los propios términos que él fraguó en aquella misma ciudad contra su Adelantado: (secretos juicios de Dios que tal permite).

Mantenido por hdlabconicet

La Argentina Manuscrita. ISSN 1668-0001. https://n2t.net/ark:/69774/rgm2020. CC BY 4.0