He escrito, pues, aunque en estilo poco pulido y menos limado, este libro, a quien intitulo y nombro Argentina, tomando el nombre del subjeto principal, que es el Rio de la Plata; para que Vuestra Excelencia, si acaso pudiera tener algún rato como que hurtado a los necesarísimos y graves negocios de tan grande gobierno como sus hombros tienen, pueda con facilidad leerle, sin que le dé el disgusto y fastidio que de las largas y prolijas historias se suele recibir; y heme dispuesto a presentarla y ofrecerla a Vuestra Excelencia como propia suya; pues, según derecho, los bienes del siervo son vistos ser del señor.
Y así confío que, puesto en la posesión del amparo de Vuestra Excelencia, cobrará nuevo ser y perpetuo renombre mi trabajo; y pido a Dios se siga sólo haber acertado a dar a Vuestra Excelencia algún pequeño contento con este mi paupérrimo servicio, lo que será para mí muy aventajado premio, y crecerán en mí las alas de mi flaco y débil entendimiento para volar, aspirando siempre a cosas más altas y mayores, enderezadas todas a su fin debido, que es el servicio de Dios, de Su Majestad y de Vuestra Excelencia, a quien Dios nos guarde por largos y felicísimos tiempos, para el buen gobierno y amparo de este reino, y como yo, siervo y perpetuo capellán de Vuestra Excelencia, deseo.
De Lisboa, 10 de Mayo de 1601.