Fue cau sa se gún di cen es ta muer te
tan fue ra de ra zón con tra jus ti cia
del fu nes to su ce so ho rri ble y fuer te
del in fe liz don Pe dro y su mi li cia
Que e cha da es ta en vi dio sa y cru da suer te
con tan ta co bar dí a y gran ma li cia
co men zó a cas ti gar Dios el ar ma da
con un gra ve fla ge lo y cru da es pa da
Des de que em pie za el mun do es tá sa bi do
el cas ti go que ha ce Dios e ter no
por vis ta de los o jos co no ci do
es tá cuan do la es ti ma el Sem pi ter no
la muer te del que es jus to y bien cre í do
te ne mos la cas ti ga con in fier no
que la san gre de A bel el i no cen te
cla man do es tá an te Dios om ni po ten te
Al fin de a ques ta is la se ha pa sa do
con al gu nos des cuen tos que no di go
y el Rí o de la Pla ta se ha to ma do
y el puer to San Ga briel de de sa bri go
De a llí lue go pa so se al o tro la do
a Bue nos Ai res que es de más a bri go
a do fue el las ti mo so a ca ba mien to
de tan ta bi za rrí a cual yo cuen to
Fue causa, según dicen, esta muerte
tan fuera de razón, contra justicia,
del funesto suceso, horrible y fuerte
del infeliz don Pedro y su milicia.
Que echada esta envidiosa y cruda suerte
con tanta cobardía y gran malicia,
comenzó a castigar Dios el armada
con un grave flagelo y cruda espada.
Desde que empieza el mundo está sabido
el castigo que hace Dios eterno,
por vista de los ojos conocido
está cuando la estima el Sempiterno;
la muerte del que es justo y bien creído
tenemos la castiga con infierno,
que la sangre de Abel el inocente
clamando está ante Dios omnipotente.
Al fin de aquesta isla se ha pasado
con algunos descuentos que no digo,
y el Río de la Plata se ha tomado,
y el puerto San Gabriel de desabrigo.
De allí luego pasose al otro lado,
a Buenos Aires que es de más abrigo,
a do fue el lastimoso acabamiento
de tanta bizarría, cual yo cuento.
Fue causa, segun dicen, esta muerte
Tan fuera de razon, contra justicia,
Del funesto suceso, horrible, y fuerte
Del infeliz Don Pedro y su milicia.
Que echada esta envidiosa y cruda suerte
Con tanta cobardía y gran malicia,
Comenzo a castigar Dios el armada,
Con un grave flagelo y cruda espada.
Desde que empieza el mundo está sabido
El castigo que hace Dios eterno;
Por vista de los ojos conocido,
Está cuando la estima el Sempiterno:
La muerte del que es justo y bien creido,
Tenemos la castiga con infierno:
Que la sangre de Abel el inocente
Clamando está ante Dios omnipotente.
Al fin de aquesta isla se ha pasado,
Con algunos descuentos que no digo,
Y el Río de la Plata se ha tomado,
Y el puerto San Gabriel de desabrigo.
De allí luego pasóse al otro lado,
A Buenos Aires, que es de mas abrigo,
A dó fué el lastimoso acabamiento,
De tanta bizarria, cual yo cuento.