Co mien zan a mo rir to dos ra bian do
los ros tros y los o jos con su mi dos
a los ni ños que mue ren so llo zan do
las ma dres les res pon den con ge mi dos
El pue blo sin ven tu ra la men tan do
a Dios en ví a sus pi ros do lo ri dos
gri tan vie jos y mo zos da mas be llas
per tur ban con cla mo res las es tre llas
Es ham bre en fer me dad la más ra bio sa
que pue de i ma gi nar nin gún cris tia no
la ma no es tá tem blan do te me ro sa
no qui sie ra de tal ser es cri ba no
Mi Dios por vues tra san gre tan pre cio sa
li brad me de es te a zo te que el ti ra no
que lle ga ba a ten ta ros bien sa bí a
que es gra ve mal la ham bre en de ma sí a
Fue cier to ce le bra da a llí su sa ña
de a ques ta ma ta do ra sin me di da
con tan ta cruel dad y tan ex tra ña
que no po drá de al gu no ser cre í da
no hi zo e lla ja más tal o tra ha za ña
en Ro ma ni en Ju de a re fe ri da
co mo és ta de dos mil que se con ta ron
con la vi da dos cien tos no es ca pa ron
Comienzan a morir todos rabiando,
los rostros y los ojos consumidos;
a los niños que mueren sollozando
las madres les responden con gemidos.
El pueblo sin ventura lamentando,
a Dios envía suspiros doloridos,
gritan viejos y mozos, damas bellas,
perturban con clamores las estrellas.
Es hambre enfermedad la más rabiosa
que puede imaginar ningún cristiano;
la mano está temblando temerosa,
no quisiera de tal ser escribano.
Mi Dios, por vuestra sangre tan preciosa,
libradme de este azote, que el tirano
que llegaba a tentaros, bien sabía
que es grave mal la hambre en demasía.
Fue cierto celebrada allí su saña,
de aquesta matadora sin medida,
con tanta crueldad y tan extraña,
que no podrá de alguno ser creída,
no hizo ella jamás tal otra hazaña
en Roma, ni en Judea referida,
como ésta: de dos mil que se contaron,
con la vida doscientos no escaparon.
Comienzan a morir todos rabiando,
Los rostros y los ojos consumidos:
A los niños que mueren sollozando
Las madres les responden con gemidos.
El pueblo sin ventura lamentando,
A Dios envia suspiros doloridos:
Gritan viejos y mozos, damas bellas,
Perturban con clamores las estrellas.
Es hambre enfermedad la mas rabiosa
Que puede imaginar ningún cristiano:
La mano esta temblando temerosa,
No quisiera de tal ser escribano.
Mi Dios, por vuestra sangre tan preciosa,
Libradme de este azote, que el tirano
Que llegaba a tentaros, bien sabia
Que es grave mal la hambre en demasia.
Fue cierto celebrada allí su saña,
De aquesta matadora sin medida,
Con tanta crueldad y tan estraña,
Que no podrá de alguno ser creida,
No hizo ella jamas tal otra hazaña
En Roma, ni en Judea referida,
Como esta: de dos mil que se contaron,
Con la vida doscientos no escaparon.