U na ca sa el Se ñor te ní a la bra da
de pie dra blan ca to da has ta el te cho
con dos to rres muy al tas a la en tra da
ha bí a del u na al o tra po co tre cho
Y es ta ba en me dio de e llas u na gra da
y un pos te en la mi tad de lla de re cho
y dos vi vos le o nes a sus la dos
con sus ca de nas de o ro a he rro ja dos
En ci ma de es te pos te y gran co lu na
que de al to vein te y cin co pies te ní a
de pla ta es ta ba pues ta u na gran lu na
que en to da la la gu na re lu cí a
La som bra que ha cí a en la la gu na
muy cla ra des de a par te pa re cí a
Quién hay que no to ma ra u na ta ja da
de la lu na aun que fue ra de men gua da
Pa sa das es tas to rres se for ma ba
u na pe que ña pla za bien cua dra da
en el ma yor es tí o fres ca es ta ba
que de ár bo les es tá to da po bla da
los cua les u na fuen te los re ga ba
que en me dio de la pla za es tá si tia da
con cua tro ca ños de o ro grue sos be llos
que yo sé quién hol ga ra de te ne llos
Una casa el Señor tenía labrada
de piedra blanca toda hasta el techo,
con dos torres muy altas a la entrada,
había del una al otra poco trecho.
Y estaba en medio de ellas una grada
y un poste en la mitad della derecho,
y dos vivos leones a sus lados,
con sus cadenas de oro aherrojados.
Encima de este poste y gran coluna,
que de alto veinte y cinco pies tenía,
de plata estaba puesta una gran luna,
que en toda la laguna relucía.
La sombra que hacía en la laguna
muy clara desde aparte parecía.
¿Quién hay que no tomara una tajada
de la luna aunque fuera de menguada?
Pasadas estas torres se formaba
una pequeña plaza bien cuadrada;
en el mayor estío fresca estaba,
que de árboles está toda poblada,
los cuales una fuente los regaba,
que en medio de la plaza está sitiada,
con cuatro caños de oro gruesos, bellos,
que yo sé quién holgara de tenellos.
Una casa el Señor tenia labrada
De piedra blanca toda hasta el techo,
Con dos torres muy altas a la entrada,
Habia del una al otra poco trecho.
Y estaba en medio de ellas una grada
Y un poste en la mitad della derecho,
Y dos vivos leones a sus lados,
Con sus cadenas de oro aherrojados.
Encima de este poste y gran coluna,
Que de alto veinte y cinco pies tenia,
De plata estaba puesta una gran luna,
Que en toda la laguna relucía.
La sombra, que hacia en la laguna,
Muy clara desde aparte parecía.
¿Quien hay que no tomára una tajada
De la luna, aunque fuera de menguada?
Pasadas estas torres, se formaba
Una pequeña plaza bien cuadrada;
En el mayor estío fresca estaba,
Que de árboles está toda poblada,
Los cuales una fuente los regaba,
Que en medio de la plaza está sitiada,
Con cuatro caños de oro gruesos, bellos,
Que yo sé quien holgára de tenellos.