En al to es tá un al tar de fi na pla ta
con cua tro lam pa ri llas a los la dos
en cen di das y al gu na no se ma ta
que es tán cua tro mi nis tros di pu ta dos
Un sol ber me jo más que u na es car la ta
a llí es tá con sus ra yos se ña la dos
es de o ro fi no el sol a llí a do ra do
mas hay de quien él se a de se cha do
A ques te gran Se ñor de es ta ri que za
el gran Mo jo se di ce y es sa bi do
muy cier to su va lor y su no ble za
su ser y se ño rí o en ri que ci do
de sus va sa llos fuer zas y des tre za
por nues tro mal ha be mos co no ci do
que po cos tiem pos ha que en cor tas tre chas
pro ba mos la fie re za de sus fle chas
A qué no fuer zas ham bre de tes ta da
del o ro que los á ni mos per di dos
tras ti lle vas con an sia tan ne fan da
que cie ga las po ten cias y sen ti dos
Con to do des que ven que la muer te an da
de prie sa con te mor los do lo ri dos
que ha bí an em pren di do es te via je
se vuel ven pa ra a trás de es te pa ra je
En alto está un altar de fina plata
con cuatro lamparillas a los lados
encendidas, y alguna no se mata,
que están cuatro ministros diputados.
Un sol bermejo más que una escarlata
allí está con sus rayos señalados,
es de oro fino el sol allí adorado,
¿mas hay de quien él sea desechado?
Aqueste gran Señor de esta riqueza
el gran Mojo se dice, y es sabido
muy cierto su valor y su nobleza;
su ser y señorío enriquecido
de sus vasallos, fuerzas y destreza,
por nuestro mal habemos conocido,
que pocos tiempos ha que en cortas trechas
probamos la fiereza de sus flechas.
¡A qué no fuerzas, hambre detestada
del oro, que los ánimos perdidos
tras ti llevas con ansia tan nefanda
que ciega las potencias y sentidos!
Con todo desque ven que la muerte anda
de priesa, con temor los doloridos
que habían emprendido este viaje,
se vuelven para atrás de este paraje.
En alto está un altar de fina plata,
Con cuatro lamparillas a los lados
Encendidas, y alguna no se mata,
Que estan cuatro ministros diputados.
Un sol bermejo mas que una escarlata,
Allí está con sus rayos señalados:
Es de oro fino el sol allí adorado,
¿Mas hay de quien él sea deshechado?
Aqueste gran Señor de esta riqueza
El gran se dice, y es sabido
Muy cierto su valor y su nobleza:
Su ser, y señorío enriquecido
De sus vasallos, fuerzas, y destreza,
Por nuestro mal habemos conocido:
Que pocos tiempos ha que en cortas trechas,
Probamos la fiereza de sus flechas.
¡A que no fuerzas, hambre detestada
Del oro, que los ánimos perdidos
Tras tí llevas con ansia tan nefanda,
Que ciega las potencias y sentidos!
Con todo désque ven que la muerte anda
De priesa, con temor los doloridos,
Que habian emprendido este viaje,
Se vuelven para atras de este parage.