El san to del O bis po son rien do
con un blan do sem blan te res pon dí a
a lo que I ra la i ba re par tien do
que ya su con di ción bien co no cí a
bien a la pro pia su ya re sis tien do
por que de I ra la mu cho se te mí a
pro cu ra de su frir pues se ve so lo
t to dos con tra él con frau de y do lo
En es to de Cas ti lla Dios e ter no
cuán gran de es y cuán al ta tu sa pien cia
al I ra la le en ví an el go bier no
mas so bre vie ne lue go u na do len cia
y no pu do du rar só lo un in vier no
que el que con frau de ob tu vo la po ten cia
los vein ti cua tro a ños con tal da ño
no du ra con de re cho só lo un a ño
Des pués de I ra la muer to se jun ta ron
en u na i gle sia to dos y e li gie ron
de do ce ca ba lle ros que nom bra ron
los cua tro cu yos nom bres es cri bie ron
por o pues tos a qués tos se ña la ron
los ve ci nos sus vo tos a quí die ron
Sa lió Fran cis co Or tiz el de Ver ga ra
que con hi ja de I ra la se ca sa ra
El santo del Obispo sonriendo
con un blando semblante respondía
a lo que Irala iba repartiendo,
que ya su condición bien conocía,
bien a la propia suya resistiendo,
porque de Irala mucho se temía,
procura de sufrir, pues se ve solo,
t todos contra él con fraude y dolo.
En esto de Castilla, ¡Dios eterno,
cuán grande es y cuán alta tu sapiencia!,
al Irala le envían el gobierno;
mas sobreviene luego una dolencia,
y no pudo durar sólo un invierno,
que el que con fraude obtuvo la potencia
los veinticuatro años con tal daño,
no dura con derecho sólo un año.
Después de Irala muerto, se juntaron
en una iglesia todos, y eligieron,
de doce caballeros que nombraron,
los cuatro, cuyos nombres escribieron;
por opuestos aquéstos señalaron,
los vecinos sus votos aquí dieron.
Salió Francisco Ortiz, el de Vergara,
que con hija de Irala se casara.
Desde Castilla al Río de la Plata,
Cuarenta dias solos se gastaban,
Y no echaba el piloto en ello cata,
Y el rio los navios embocaban.
El , llegando, desbarata
De dos navios las obras que sobraban,
Hermosos bergantines quedan hechos,
Y en breve a la Asumpcion fueron derechos.
No quiero aquí tratar el gran contento
Que toda la ciudad ha recibido,
Ni menos la tristeza y el lamento
Del malo, que se vé ya sometido.
Y aunque esto de pasada yo lo cuento,
Muy bien fué en el suceso conocido,
Pues cualquiera rehusa ser mandado;
Que el buey suelto se lame por el prado.
como vé que está con miedo
El triste del , y que la féria
Por él corre, contento, alegre y ledo,
Mudando muy en breve la materia,
Le dice, mi Señor, en cuanto puedo
Trabajo, que salgamos de lacéria,
Buscando si hay riquezas en la tierra,
Mas tengo gran trabajo con la guerra.