Tan suel tos y li ge ros son que al can zan
co rrien do por los cam pos los ve na dos
tras fuer tes a ves tru ces se a ba lan zan
has ta de llos se ver a po de ra dos
con u nas bo las que u san los al can zan
si ven que es tán a le jos a par ta dos
y tie nen en la ma no tal des tre za
que a cier tan con la bo la en la ca be za
A cien pa sos que es co sa mons truo sa
a pun ta el Cha rrua ha a don de quie re
y no ye rra ni un pun to a que lla co sa
que ti ra que do a pun ta a llí la hie re
En tre e llos a quél es de fa ma hon ro sa
a cu yas ma nos gen te mu cha mue re
y tan tas cuan tos ma ta cu chi lla das
en su cuer po se de ja se ña la das
Mas no por e so de ja de qui tar le
al cuer po del que ma ta al gún des po jo
No só lo se con ten ta con lle var le
las ar mas o ves ti dos a que e cha el o jo
que el pe lle jo a cos tum bra de so llar le
del ros tro Qué mal di to y cru do an to jo
Que en mues tra de que sa le con vic to ria
la piel lle va y la guar da por me mo ria
Tan sueltos y ligeros son, que alcanzan
corriendo por los campos los venados,
tras fuertes avestruces se abalanzan
hasta dellos se ver apoderados;
con unas bolas que usan los alcanzan
si ven que están a lejos apartados,
y tienen en la mano tal destreza
que aciertan con la bola en la cabeza.
A cien pasos (que es cosa monstruosa)
apunta el Charruaha a donde quiere,
y no yerra ni un punto aquella cosa
que tira, que do apunta allí la hiere.
Entre ellos aquél es de fama honrosa
a cuyas manos gente mucha muere,
y tantas, cuantos mata, cuchilladas
en su cuerpo se deja señaladas,
Mas no por eso deja de quitarle
al cuerpo del que mata algún despojo.
No sólo se contenta con llevarle
las armas o vestidos a que echa el ojo,
que el pellejo acostumbra desollarle
del rostro. ¡Qué maldito y crudo antojo!
Que en muestra de que sale con victoria
la piel lleva, y la guarda por memoria.
Tan sueltos y ligeros son, que alcanzan
Corriendo por los campos los venados;
Tras fuertes avestruces se abalanzan,
Hasta dellos se ver apoderados;
Con unas bolas que usan, los alcanzan,
Si vén que están a lejos apartados;
Y tienen en la mano tal destreza,
Que aciertan con la bola en la cabeza.
A cien pasos (que es cosa monstruosa)
Apunta el a donde quiere,
Y no yerra ni un punto aquella cosa
Que tira; que dó apunta allí la hiere.
Entre ellos aquel es de fama honrosa,
A cuyas manos gente mucha muere,
Y tantas, cuantos mata, cuchilladas
En su cuerpo se deja señaladas.
Mas no por eso deja de quitarle
Al cuerpo del que mata algun despojo:
No solo se contenta con llevarle
Las armas ó vestidos a que echa el ojo,
Que el pellejo acostumbra desollarle
Del rostro: ¡Qué maldito y crudo antojo!
Que en muestra de que sale con victoria
La piel lleva, y la guarda por memoria.