La na o viz ca í na que plan ta da
de ja mos en la tie rra a su a ven tu ra
ha bien do si do de in dios vi si ta da
con fue go la con su men su he chu ra
Mi rad si fue la co sa bien pen sa da
en no de jar en e lla cria tu ra
que a llí fue ra del fue go con su mi da
sin po der es ca par li bre la vi da
El Juan Or tiz a rri ba con pres te za
su o fi cio de jus ti cia go ber na ba
con gran so li ci tud y sin pe re za
qui me ras nun ca o í das in ven ta ba
A quel ha ber se vis to en gran ri que za
y ver se de e lla a je no le ce ga ba
su ra zón de ma ne ra que tro pie za
por es to e hie re siem pre de ca be za
No quie re su je tar se a o tro con se jo
el su yo di ce que es el más se gu ro
Un dí a le ha llé con so bre ce jo
pre gún to le qué ha ce Di ce Ju ro
por Dios que si me vie se en a pa re jo
y a pun to de per der me y un ma du ro
me die se al gún con se jo más que rrí a
per der me que ha cer lo que él de cí a
La nao vizcaína, que plantada
dejamos en la tierra a su aventura,
habiendo sido de indios visitada,
con fuego la consumen su hechura.
Mirad si fue la cosa bien pensada
en no dejar en ella criatura,
que allí fuera del fuego consumida
sin poder escapar libre la vida.
El Juan Ortiz arriba con presteza,
su oficio de justicia gobernaba
con gran solicitud, y sin pereza
quimeras nunca oídas inventaba.
Aquel haberse visto en gran riqueza,
y verse de ella ajeno, le cegaba
su razón, de manera que tropieza
por esto, e hiere siempre de cabeza.
No quiere sujetarse a otro consejo,
el suyo dice que es el más seguro.
Un día le hallé con sobrecejo,
pregúntole ¿qué hace? Dice: "Juro
por Dios, que si me viese en aparejo,
y a punto de perderme, y un maduro
me diese algún consejo, más querría
perderme, que hacer lo que él decía".
La nao vizcayna, que plantada
Dejamos en la tierra a su aventura,
Habiendo sido de indios visitada,
Con fuego la consumen su hechura.
Mirad si fué la cosa bien pensada,
En no dejar en ella criatura,
Que alli fuera del fuego consumida,
Sin poder escapar libre la vida.
El arriba con presteza
Su oficio de justicia gobernaba,
Con gran solicitud, y sin pereza,
Quimeras nunca oidas inventaba.
Aquel haberse visto en gran riqueza,
Y verse de ella ageno, le cegaba
Su razon de manera, que tropieza
Por esto, é hiere siempre de cabeza.
No quiere sujetarse a otro consejo;
El suyo, dice, que es el mas seguro.
Un dia le hallé con sobrecejo,
Pregúntole, qué hace? Dice, juro
Por Dios, que si me viese en aparejo,
Y a punto de perderme, y un maduro
Me diese algun consejo, mas querria
Perderme, que hacer lo que él decia.