Argentina y Conquista del Río de la Plata

con otros acaecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y el Estado del Brasil

Fe ne ce a quí la tris te su tris te ho ra

cu bier ta de mil fle chas y ar po nes

do ña Ma a de An gu lo cau sa do ra

de mo ti nes re vuel tas y pa sio nes

a mi ga de man dar y tan se ño ra

que con to dos tra ma ba di sen sio nes

Su nie ta do ña El vi ra mal he ri da

que da ba en tre las yer bas es con di da

Do ña El vi ra su ma dre con re ce lo

pro cu ra por su hi ja pe ro vien do

que no pa re ce gri ta ha cia el cie lo

sus do ra dos ca be llos des co gien do

So le to re sol vió con gran de due lo

y en tre los Chi ri gua nas se me tien do

sa ca ba a la don ce lla aun que llo an

las fle chas ya so bre él que le cu brí an

Tras e llos la vic to ria van go zo sos

los bár ba ros si guien do gran de tre cho

Co mo cor de ros man sos te me ro sos

los nues tros el huir por gran pro ve cho

juz ga ban mas los in dios co di cio sos

del in te rés cu ra ron muy de he cho

a par ti do ve nir con los cris tia nos

y a se les hin chie ron bien las ma nos

Fenece aquí la triste su triste hora,

cubierta de mil flechas y arpones,

doña María de Angulo, causadora

de motines, revueltas y pasiones,

amiga de mandar, y tan señora

que con todos tramaba disensiones.

Su nieta doña Elvira, mal herida,

quedaba entre las yerbas escondida.

Doña Elvira su madre con recelo

procura por su hija; pero viendo

que no parece, grita hacia el cielo,

sus dorados cabellos descogiendo.

Soleto resolvió con grande duelo,

y entre los Chiriguanas se metiendo,

sacaba a la doncella, aunque llovían

las flechas ya sobre él que le cubrían.

Tras ellos la victoria van gozosos

los bárbaros siguiendo grande trecho.

Como corderos mansos temerosos,

los nuestros el huir por gran provecho

juzgaban; mas los indios, codiciosos

del interés, curaron muy de hecho

a partido venir con los cristianos,

y así se les hinchieron bien las manos.

Fenece aquí la triste su triste hora,

Cubierta de mil flechas y arpones:

Doña , causadora

De motines, revueltas y pasiones,

Amiga de mandar, y tan Señora,

Que con todos tramaba disenciones:

Su nieta Doña , mal herida,

Quedaba entre las yerbas escondida.

Doña su madre con recelo

Procura por su hija; pero viendo

Que no parece, grita hácia el cielo,

Sus dorados cabellos descogiendo.

revolvió con grande duelo,

Y entre los se metiendo,

Sacaba a la doncella, aunque llovian

Las flechas ya sobre él que le cubrian.

Tras ellos la victoria van gozosos

Los bárbaros, siguiendo grande trecho:

Como corderos mansos temerosos,

Los nuestros el huir por gran provecho

Juzgaban: mas los indios codiciosos

Del interes, curaron muy de hecho

A partido venir con los cristianos,

Y así se les hinchieron bien las manos.

Volver al Índice

Mantenido por hdlabconicet

2024 Argentina y Conquista del Río de la Plata. ISSN 1668-0001. CC BY 4.0