Fe ne ce a quí la tris te su tris te ho ra
cu bier ta de mil fle chas y ar po nes
do ña Ma rí a de An gu lo cau sa do ra
de mo ti nes re vuel tas y pa sio nes
a mi ga de man dar y tan se ño ra
que con to dos tra ma ba di sen sio nes
Su nie ta do ña El vi ra mal he ri da
que da ba en tre las yer bas es con di da
Do ña El vi ra su ma dre con re ce lo
pro cu ra por su hi ja pe ro vien do
que no pa re ce gri ta ha cia el cie lo
sus do ra dos ca be llos des co gien do
So le to re sol vió con gran de due lo
y en tre los Chi ri gua nas se me tien do
sa ca ba a la don ce lla aun que llo ví an
las fle chas ya so bre él que le cu brí an
Tras e llos la vic to ria van go zo sos
los bár ba ros si guien do gran de tre cho
Co mo cor de ros man sos te me ro sos
los nues tros el huir por gran pro ve cho
juz ga ban mas los in dios co di cio sos
del in te rés cu ra ron muy de he cho
a par ti do ve nir con los cris tia nos
y a sí se les hin chie ron bien las ma nos
Fenece aquí la triste su triste hora,
cubierta de mil flechas y arpones,
doña María de Angulo, causadora
de motines, revueltas y pasiones,
amiga de mandar, y tan señora
que con todos tramaba disensiones.
Su nieta doña Elvira, mal herida,
quedaba entre las yerbas escondida.
Doña Elvira su madre con recelo
procura por su hija; pero viendo
que no parece, grita hacia el cielo,
sus dorados cabellos descogiendo.
Soleto resolvió con grande duelo,
y entre los Chiriguanas se metiendo,
sacaba a la doncella, aunque llovían
las flechas ya sobre él que le cubrían.
Tras ellos la victoria van gozosos
los bárbaros siguiendo grande trecho.
Como corderos mansos temerosos,
los nuestros el huir por gran provecho
juzgaban; mas los indios, codiciosos
del interés, curaron muy de hecho
a partido venir con los cristianos,
y así se les hinchieron bien las manos.
Fenece aquí la triste su triste hora,
Cubierta de mil flechas y arpones:
Doña , causadora
De motines, revueltas y pasiones,
Amiga de mandar, y tan Señora,
Que con todos tramaba disenciones:
Su nieta Doña , mal herida,
Quedaba entre las yerbas escondida.
Doña su madre con recelo
Procura por su hija; pero viendo
Que no parece, grita hácia el cielo,
Sus dorados cabellos descogiendo.
revolvió con grande duelo,
Y entre los se metiendo,
Sacaba a la doncella, aunque llovian
Las flechas ya sobre él que le cubrian.
Tras ellos la victoria van gozosos
Los bárbaros, siguiendo grande trecho:
Como corderos mansos temerosos,
Los nuestros el huir por gran provecho
Juzgaban: mas los indios codiciosos
Del interes, curaron muy de hecho
A partido venir con los cristianos,
Y así se les hinchieron bien las manos.