A Lu ci fer so ber bio jac tan cio so
que a la ma ña na fres ca re lu cí a
al in fier no en ti nie blas te me ro so
con de na do en per pe tuo Dios le en ví a
A quel ri co a va rien to co di cio so
a llá de se a gus tar del a gua frí a
el po de ro so Rey fue con ver ti do
en bes tia y he no y yer bas ha pa ci do
A la ben di ta Vir gen so be ra na
es pe jo de hu mil dad y de pu re za
la ve mos por la fe co mo ma ña na
y au ro ra co ro na da de be lle za
A Lá za ro se dio de bue na ga na
el pre mio de su po bre y vil po bre za
al man so Rey Da vid dio Dios el cie lo
que man so fue aun que Rey en es te sue lo
Al fin pues el tem blor que voy con tan do
las ca sas des ba ra ta más for ni das
e chan do por el sue lo y de rro can do
las to rres muy her mo sas y lu ci das
a las ca lles se sa len sus pi ran do
las da mas de te mor a mor te ci das
que da ban que e ra lás ti ma mi rar las
y más que no hay quien pue da con so lar las
A Lucifer soberbio, jactancioso,
que a la mañana fresca relucía,
al infierno en tinieblas temeroso,
condenado en perpetuo Dios le envía.
Aquel rico avariento codicioso,
allá desea gustar del agua fría;
el poderoso Rey fue convertido
en bestia, y heno y yerbas ha pacido.
A la bendita Virgen soberana,
espejo de humildad y de pureza,
la vemos por la fe como mañana
y aurora, coronada de belleza.
A Lázaro se dio de buena gana
el premio de su pobre y vil pobreza,
al manso Rey David dio Dios el cielo,
que manso fue, aunque Rey, en este suelo.
Al fin pues el temblor que voy contando
las casas desbarata más fornidas,
echando por el suelo y derrocando
las torres muy hermosas y lucidas;
a las calles se salen suspirando
las damas, de temor amortecidas
quedaban, que era lástima mirarlas,
y más que no hay quien pueda consolarlas.
A Lucifer soberbio, jactancioso,
Que a la mañana fresca relucía,
Al infierno en tinieblas temeroso,
Condenado en perpetuo Dios le envía.
Aquel rico avariento codicioso,
Allá desea gustar del agua fria:
El poderoso Rey fué convertido
En bestia, y heno y yerbas ha pacido.
A la bendita Virgen soberana,
Espejo de humildad y de pureza
La vemos por la fé como mañana,
Y aurora, coronada de belleza.
A Lázaro se dió de buena gana
El prémio de su pobre y vil pobreza,
Al manso Rey David dió Dios el cielo,
Que manso fué, aunque Rey, en este suelo.
Al fin pues el temblor que voy contando
Las casas desbarata mas fornidas.
Echando por el suelo, y derrocando
Las torres muy hermosas y lucidas;
A las calles se salen suspirando
Las damas, de temor amortecidas
Quedaban, que era lástima mirarlas,
Y mas que no hay quien pueda consolarlas.