De sus pa ños y to cas las ban de ras
al ai re des ple ga ban a me nu do
las mis mas que sa lí an las pri me ras
tor na ban a sa lir y nun ca pu do
el in glés en ten der es tas qui me ras
que guar da Dios si quie re sin es cu do
y don de él no en ví a sus fa vo res
en bal de son hu ma nos guar da do res
A no ca er el in glés en el en ga ño
que cau san con ban de ras y al bo ro to
hi cie ra en a quel puer to mu cho da ño
y fue ra el mi se ra ble puer to ro to
Mi la gro fue sin du da y ca so ex tra ño
es tar se el e ne mi go al go re mo to
de tie rra por tres dí as con tem plan do
lo que es tá nues tra gen te ma qui nan do
Al ca bo de tres dí as re ce lo so
de que la gen te es tá for ta le ci da
le vó fe rro con fu ria de se o so
de ha llar dó pi llar en su co rri da
Por el pa ra je pa sa pre su ro so
de Li ma do la co sa co no ci da
el Con de del Vi llar a Pe dro A ra na
tras él en ví a con gen te muy lo za na
De sus paños y tocas las banderas
al aire desplegaban a menudo;
las mismas que salían las primeras,
tornaban a salir, y nunca pudo
el inglés entender estas quimeras;
que guarda Dios, si quiere, sin escudo,
y donde él no envía sus favores,
en balde son humanos guardadores.
A no caer el inglés en el engaño
que causan con banderas y alboroto,
hiciera en aquel puerto mucho daño,
y fuera el miserable puerto roto.
Milagro fue, sin duda, y caso extraño,
estarse el enemigo algo remoto
de tierra por tres días, contemplando
lo que está nuestra gente maquinando.
Al cabo de tres días, receloso
de que la gente está fortalecida,
levó ferro con furia, deseoso
de hallar dó pillar en su corrida.
Por el paraje pasa, presuroso,
de Lima, do la cosa conocida,
el Conde del Villar a Pedro Arana
tras él envía con gente muy lozana.
De sus paños y tocas las banderas
Al aire desplegaban a menudo:
Las mismas que salian las primeras
Tornaban a salir, y nunca pudo
entender estas quimeras;
Que guarda Dios, si quiere, sin escudo,
Y donde él no envía sus favores,
Enbalde son humanos guardadores.
A no caer en el engaño,
Que causan con banderas y alboroto,
Hiciera en aquel puerto mucho daño,
Y fuera el miserable puerto roto.
Milagro fué, sin duda, y caso estraño
Estarse el enemigo algo remoto
De tierra por tres dias, contemplando
Lo que está nuestra gente maquinando.
Al cabo de tres dias, receloso
De que la gente está fortalecida,
Levó ferro con furia deseoso
De hallar dó pillar en su corrida.
Por el parage pasa, presuroso,
De Lima, dó la cosa conocida,
El a
Trás el envia con gente muy lozana.