Un man ce bo a la lan cha a cu de lue go
y por la mar a den tro la me tí a
na dan do por el a gua y pe ga fue go
que en bre ve por la lan cha se en cen dí a
El lu te ra no es tá de mie do cie go
el cris tia no con fuer za a co me tí a
ro da ban los in gle ses por el sue lo
que a yu da a los cris tia nos Dios del Cie lo
Ce bá ron se los in dios de tal suer te
que no se con ten ta ban dar fle cha zos
y a sí dan al in glés muy cru da muer te
ma tán do le con cru dos ma ca na zos
A quel que se mos tra ba ser más fuer te
en un pun to le ha cen mil pe da zos
De vein te y cin co dos so los vi vie ron
que vién do se per di dos se rin die ron
El u no de e llos e ra ci ru ja no
gran dí si mo fi ló so fo y la ti no
mos tra ba ser en o bras muy cris tia no
que yo tra té con él muy de con ti no
El o tro e ra man ce bo cor te sa no
en mi na ve de San tos és te vi no
En tram bos se que da ron en la cos ta
que les ha ce en co mer el Rey la cos ta
Un mancebo a la lancha acude luego,
y por la mar adentro la metía,
nadando por el agua, y pega fuego,
que en breve por la lancha se encendía.
El luterano está de miedo ciego,
el cristiano con fuerza acometía;
rodaban los ingleses por el suelo,
que ayuda a los cristianos Dios del Cielo.
Cebáronse los indios de tal suerte
que no se contentaban dar flechazos,
y así dan al inglés muy cruda muerte,
matándole con crudos macanazos.
Aquel que se mostraba ser más fuerte,
en un punto le hacen mil pedazos.
De veinte y cinco, dos solos vivieron,
que viéndose perdidos se rindieron.
El uno de ellos era cirujano,
grandísimo filósofo y latino,
mostraba ser en obras muy cristiano,
que yo traté con él muy de contino.
El otro era mancebo cortesano,
en mi nave de Santos éste vino.
Entrambos se quedaron en la costa,
que les hace en comer el Rey la costa.
Un mancebo a la lancha acude luego,
Y por la mar adentro la metia,
Nadando por el agua, y pega fuego,
Que en breve por la lancha se encendia.
está de miedo ciego,
El Cristiano con fuerza acometia;
Rodaban los ingleses por el suelo,
Que ayuda a los cristianos Dios del Cielo.
Cebáronse los indios de tal suerte,
Que no se contentaban dar flechazos,
Y así dan al muy cruda muerte,
Matándole con crudos macanazos.
Aquel que se mostraba ser mas fuerte,
En un punto le hacen mil pedazos,
De veinte y cinco, dos solos vivieron,
Que viéndose perdidos se rindieron.
El uno de ellos era cirujano,
Grandísimo filosofo y latino,
Mostraba ser en obras muy cristiano,
Que yo traté con él muy de contino.
El otro era mancebo cortesano,
En mi nave de Santos este vino;
Entrambos se quedaron en la costa,
Que les hace en comer el Rey la costa.