Hizo un fuerte de tapias de poco más de un solar en cuadro donde se pudiese recoger la gente, y poderse defender de los indios de guerra, que luego que sintieron a los españoles, vinieron a darles algunos rebatos por impedirles su población: y no pudiéndolo estorbar, se retiraron sobre el , de donde salieron un día y mataron como diez españoles, que estaban haciendo carbón y leña. Escapando algunos de ellos, vinieron a la ciudad, dando aviso de lo que había sucedido: y tocando al arma, mandó a su hermano , que saliese a este castigo con la gente que le pareciese. sacó en campo trescientos soldados infantes, y doce de a caballo, con tres capitanes, Perafán de Rivera, y don
Venido otro día acordó de pasar adelante, hasta topar los indios, y tomar más lengua de ellos: y llegados a un desaguadero de la laguna, descubrieron de la otra parte más de tres mil indios de guerra, con mucha flechería, dardos, macanas, y bolas arrojadizas, y tocando sus bocinas y cornetas, puestos en buen orden esperaban a don Diego. El cual como los vio, dijo: "Señores, pasemos a, la otra banda y rompamos estos bárbaros: vaya la infantería delante haciendo frente, y deles una rociada, porque los de a caballo podamos sin dificultad salir a escaramucear con ellos y a desbaratarlos". Algunos capitanes dijeron, que sería mejor aguardar a que ellos pasasen, como al parecer lo mostraban, y pues se hallaban en puesto aventajado, sin el riesgo y dificultad que había en pasar aquel vado. Al fin se vino a tomar el peor acuerdo, que fue pasar el desaguadero donde estaban los enemigos: los cuales en este tiempo se estuvieron quedos, hasta que vieron que había pasado la mitad de nuestra gente de a pie; y entonces se vinieron repentinamente, cerrados en media luna, y dando sobre los nuestros, hiriendo con tanta prisa, que no les dieron lugar a disparar las ballestas y arcabuces.
Visto por los capitanes y los de a caballo cuan mal les iba a los nuestros, dieron lugar a que pasase la caballería, y cuando llegó,