De ahí a poco que esto pasó, se determinó de informarse del suceso de su teniente general , para lo cual despachó al capitán , y al mismo : los cuales partieron en dos navíos con 140 soldados río arriba, y ellos partidos, dentro de pocos días puso en efecto su determinación de ir a Castilla. Embarcándose en una nao, llevó consigo al contador , y a , dejando por su teniente general en el puerto de Buenos Aires al capitán . Haciendo su viaje con tiempos contrarios, y larga navegación, le vino a faltar el matalotaje, de manera que se vino a hallar tan debilitado de hambre, que le fue forzoso hacer matar una perra que llevaba en el navío, la cual estaba salida; y comiendo de ella tuvo tanta inquietud y desasosiego, que parecía que rabiaba, y dentro de dos días murió, sucediendo lo propio a otros que de la perra comieron. Los que escaparon llegaron a España al fin del año 37, donde se dio cuenta a Su Majestad de lo sucedido en aquella conquista.
Volviendo al capitán y , que iban caminando en busca de , subieron hasta el paraje de la , donde hallaron a en los navíos, aguardando a en los pueblos de los indios y , que son los más traidores e inconstantes de todo aquel río. Los cuales, disimulando con los españoles su dañada intención, les traían alguna comida con que los entretenían: aunque no perdían la ocasión de hacerles todo el mal que podían.
Juntos, pues, los capitanes, determinaron de hacer una correduría por aquella tierra, por ver si podían tener noticia de los de la entrada; y hecha, dejaron en aquel puerto en una tabla escrito todo lo que se ofrecía que poder avisar, y que no se fiasen de aquella gente, por estar rebelada y con mala intención. Hecho esto, se volvió río abajo, dejando a un navío nuevo, y tomando otro muy cascado, y llegado al puerto que hoy es la , determinó hacer una casa fuerte, y dejar en ella a con sesenta soldados, por parecerle aquel puerto buena escala para la navegación de aquel río, y él se partió para el de Buenos Aires, a dar cuenta a de su jornada.
Llegado que fue, como vio que era ido a España, y que el teniente que había dejado, era malquisto con los soldados, por ser de condición áspera y muy riguroso; tanto que, por una lechuga cortó a uno las orejas, y a otro afrentó por un rábano, tratando a los demás con la misma crueldad. Con que todos estaban en gran desconsuelo; y