La Argentina Manuscrita

Halláronse en esta conjuración doscientas y más personas, y entre ellas, como los más principales factores, el veedor , el tesorero , el factor , don , capitán , , , con otros muchos capitanes, oficiales y caballeros. Los cuales, todos armados, se fueron una mañana a casa del , y antes de entrar en el patio, tuvo aviso de su ida, y de que iban armados: con lo cual, saltando de la cama, se echó una cota, púsose una celada de acero, y embrazando su rodela, la espada en la mano, los salió a recibir a la sala, a tiempo que todos entraban en ella. Donde en alta voz les dijo: "Caballeros, ¿qué traición es esta que cometen contra su Adelantado?". A lo que respondieron: "Aquí no hay traidor ninguno, por que todos somos servidores del Rey; y así conviene a su servicio que Vuestra Señoría sea preso, y vaya a dar cuenta al Real Consejo de sus delitos y tiranías". A lo que respondió el Adelantado, cerrándose con su rodela: "Antes morir hecho pedazos, que dar lugar a tan grande traición". Y a este tiempo todos le acometieron, requiriéndole se rindiese; donde no, le harían pedazos. Y cerrando a estocadas con él, y puestas muchas puntas de espadas a pique para atravesarle, llegó con una ballesta armada, y poniéndole un pasador al pecho, le dijo: "Ríndase luego, sino le pasaré luego con esta jara". Al cual el Adelantado, con semblante grave dio de mano, diciendo: "Apártense ustedes, que yo me doy por preso". Y corriendo la vista por todos, la fijó en don , a quien llamó y dio su espada: "A usted, don Francisco, entrego mis armas, y ahora hagan de mí lo que quisieren". Don tomó las armas, y luego le echaron mano y pusieron dos pares de grillos, y en una silla lo llevaron a las casas de , rodeado de toda la gente, y le metieron en un aposento o mazmorra fuerte y obscura, poniéndole cincuenta soldados de guardia.

A esta misma hora prendieron también al alcalde mayor, , a , , a , al , y a otros caballeros y soldados: y quitándoles las armas, y poniéndoles a recaudo, vinieron a quedarse con la superior jurisdicción y potestad del gobierno; mandando los oficiales reales todo lo que les pareció que les convenía, así por bandos y pregones, como por ministros y oficiales: con lo cual no había ninguno que osase hablar ni contradecir ninguna cosa, porque si alguno lo hacía, era castigado severamente y le quitaban cuanto tenía. A más de esto, dieron aviso los oficiales reales al de lo que pasaba, y juntamente le requirieron de parte de todos, no se pusiese a mover algún tumulto, pues lo que se había hecho era con buen

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La Argentina Manuscrita. ISSN 1668-0001. https://n2t.net/ark:/69774/rgm2020. CC BY 4.0