los indios guaranís que hay en todas aquellas partes; donde descansaron muchos días. Y prevenidos de lo necesario, partieron continuando su jornada: y discurriendo por unos grandes llanos, vinieron a salir a un pueblo de indios, cuyo cacique principal se llamaba Suravañe, el cual lo recibió con mucha amistad y buen hospedaje. De allí fueron en demanda del río del Ubay, en un pueblo de indios que llaman el Asiento de la Iglesia, porque Hernando de Trejo edificó aquí una casa de oración, donde los indios eran doctrinados, y los sacerdotes decían misa: de que le quedó a este asiento hasta ahora esta nominación. Bajaron por este río en canoas y balsas hasta un pueblo de indios que llaman , arriba del pueblo de , donde hallaron muy buen acogimiento y abundancia de comida; por lo cual determinaron estar allí más de asiento, y aun con pretensión de hacer una fundación, dando aviso en el ínterin, de todo lo que se les ofrecía, a , que ya tenía nueva cierta por el Brasil, de como Su Majestad le había hecho merced de darle aquel gobierno. Y pasados algunos meses, habiendo tenido correspondencia de la ciudad de la , se dispusieron luego a continuar su camino: y al cabo de muchas jornadas, atravesando aquella tierra que hay del al Paraguay, llegaron a la , donde el general pidió a la razón, porque había despoblado el puerto de San Francisco; y no dando bastante satisfacción, le prendió y tuvo siempre privado, hasta tanto que todo hubiese mandato y disposición de Su Majestad. En este mismo tiempo llegaron por el abajo, cierta gente de la costa del Brasil, donde venía el capitán Salazar y , casado con doña Elvira de Contreras, hija del capitán Becerra; de los cuales tenemos hecha mención, y otros hidalgos, castellanos y portugueses, el uno de ellos Cipión de Goes, con su hermano Vicente de Goes, hijos de un honrado caballero de aquel reino, llamado Luis de Goes. Estos fueron los primeros que metieron vacas en esta provincia, las cuales trajeron por tierra muchas leguas, y después por el río en balsas en que traían siete vacas y un toro, a cargo y solicitad de un fulano Gaete que llegó con ellas a la con mucho trabajo y dificultad, por una vaca que se le señaló de salario por su trabajo. De donde quedó un proverbio en aquella tierra que dicen: son más caras que las vacas de Gaete. Y llegados ante el general , el capitán y Salazar fueron de él bien recibidos, sin memoria de las ocasiones y diferencias que entre ellos habían pasado, como de esta historia se habrá entendido.