La Argentina Manuscrita

Capítulo VII

De la vuelta de los soldados que se dividieron de , hasta llegar a la , etc.

Divididos los soldados de la compañía del capitán , dieron vuelta para el puerto de los , habiendo nombrado por su capitán a Gonzalo Casco; y tomando el camino por algunos pueblos de indios amigos, llenaron al de los , sin ninguna contradicción, donde recibidos con mucho aplauso, hallaron todo lo que les dejaron en su poder, sin faltar cosa ninguna. Y echados los navíos que estaban en tierra al agua, y sacando los que en ella estaban hundidos, los calafatearon y dieron carena, y puesto todo a flote, se embarcaron en ellos, y en las demás embarcaciones; y fueron por el río abajo, llegando con buen viaje a la , en tiempo que hallaron muerto al teniente general , que no tuvo este oficio más de un año; habiendo hecho, en este tiempo algunas cosas de consideración en bien de la República; como fue castigar y poner freno a los indios Agaces, que, apoderados del río, molestaban con continuos asaltos a los vecinos de la ciudad; matando los indios de su servicio, y robando sus ganados. Para cuyo remedio despachó a , y Rui García Mosquera, y otras personas de cuenta, yendo con muy buen orden más de 200 soldados, y 1000 amigos. Y llegados que fueron a sus puertos, se peleó poderosamente, dándoles muchos asaltos; de que después de grandes escaramuzas, fueron todos los más presos y muertos, y puestos en sujeción. Por muerte de , vino a quedar esta provincia sin cabeza ni gobierno. Y para tenerlo como convenía, fue acordado por todos los caballeros de aquella república, elegir persona que los gobernase en paz y justicia; y hecha la publicación del nombramiento, se presentaron para el gobierno, algunos caballeros beneméritos, como fueron, el contador , el capitán Salazar, Alonso de Valenzuela, el capitán Juan Romero, , y el capitán . Y llegado el día señalado, juntos los vecinos, moradores, y demás personas que en aquella sazón se hallaban, con asistencia del Obispo, don , cada uno dio su suerte en manos del prelado, habiendo jurado de elegir a quien en Dios y en sus conciencias, les pareciese convenir para el tal oficio; y hechas las demás solemnidades necesarias, se sacaron de un cántaro, donde estaban metidas todas estas nominaciones de los votadores; y conferidas, hallaron que el más aventajado en ellas, era , natural de Sevilla,

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La Argentina Manuscrita. ISSN 1668-0001. https://n2t.net/ark:/69774/rgm2020. CC BY 4.0