piedras; y si esto no quisiese, saliese personalmente con ellos: donde no, ellos harían lo que mejor les estuviese. A cuyo requerimiento respondió, que él acordaría lo que al real servicio más conviniese: y visto que les denegaba su pretensión, le prendieron una noche, y a otras personas que eran de su parte, quitándoles las armas con que podían ser resistidos, haciéndose cabeza de este motín un clérigo llamado Escalera. Y puesto en este estado el negocio, se previnieron de lo que habían menester, y partieron de la ciudad por el río y por tierra, nombrando por su caudillo a un inglés, que se llamaba Nicolás Colman; debajo de cuya orden se fueron por un río arriba, hasta dejar las canoas en cierto puerto, dejando solo al capitán en la ciudad, con algunos amigos suyos: el cual dio luego aviso a la de la , y por él se despachó socorro con el capitán ; que aunque no estaba absuelto por la muerte del clérigo y de la excomunión, luego fue absuelto por el provisor general del obispado, que era Paniagua; el cual con otras personas quiso ir en su compañía, que por todos fueron 50 soldados. Y salidos de la , llegaron al : y dándoles el pasaje necesario, salieron en seguimiento de los amotinados y les dieron alcance: y siendo presos y traídos a la ciudad, fueron castigados con más benignidad que lo que merecían sus delitos; los que coloreaba el , favoreciendo en secreto a los tumultuarios en perjuicio del buen crédito de , por la antigua emulación que entre ellos había. Y así, no pudiendo estar juntos, determinó venirse a la con el provisor, el capitán, y con otros 40 soldados y vecinos de aquella tierra: y puestos en camino por el año de 1569, hallaron todos los pueblos de indios que por allí había, alzados, y con determinación de no dejarlos pasar adelante. Hicieron sus juntas, y en algunos lugares dispuestos les pusieron celadas, donde cada día se peleaba con ellos; y llegando nuestra gente 26 leguas de la , en la travesía de un bosque muy cerrado que llaman Erespoco, les ganaron la entrada más de 4000 indios, y todo el camino, dándoles de un lado y otro muchas rociadas de flechería, donde los nuestros hubieron menester bien las manos; y ganándoles el puesto, los fueron echando por sus senderos a arcabuzazos, hasta sacarlos a lo raso, donde el capitán escaramuceó con 6 de acaballo con ellos, y poniéndolos en huida, pasaron adelante. Y otro día siguiente llegaron a las boqueras del Paraguay, donde se junta el camino de con el que va de esta tierra; y mirando por el campo, vieron mucho estiércol de caballos y vacas,