cuatro soldados. Y aunque con esta imposibilidad, le envió a suplicar al capitán , que pues no permitía su entrada, le despachase donde él estaba a su mujer e hijos que allá tenía, que con ellos, y los pocos soldados, que le habían quedado se volvería a la . A esto respondió que no era tan inhumano, que diese lugar a que los indios del camino matasen a los que no tenían culpa, como él la tenía en haberle venido a dar pesadumbre: pero que como le entregase los poderes que traía, le daba su fe y palabra, de no hacerle ningún agravio en su persona, con cuya seguridad podía pasar a su casa, no tratando de administración de justicia y gobierno, sitio vivir quieta y pacíficamente. Visto por lo que le prometía, y la dificultad de no poder hacer otra cosa, condescendió con su voluntad; y debajo de la fe y palabra, que se le había dado, pasó a la isla en una canoa que para el efecto le despacharon, donde luego que llegó le quitaron las armas, y pusieron en prisión con dos pares de grillos, por árdea de : y con muestras de gran pasión le mandó embarcar en una canoa y con toda su gente se partió para la ciudad, donde entró en escuadrón con pífano y tambor, llevando delante de sí a su preso en una hamaca, al cual puso dentro de su casa en una mazmorra, que ya tenía prevenida, y fortificada de fuertes maderas; en la cual le tuvo con muchas guardias, con notable riesgo de la vida, padeciendo mil vejaciones y molestias. Y al cabo de un año le desterró a una casa fuerte, que tenía cuarenta leguas de allí, la que mandó hacer para el efecto, entregándole en poder de un alcaide, llamado Luis de Osorio; donde le tuvo otro año, hasta que fue Nuestro Señor servido librarle de esta prisión, con lo que adelante sucedió.
Capítulo XVIII
De las pasiones y revueltas, que el Obispo y el General tuvieron, hasta que le prendieron, etc.
En tanto que las cosas referidas en el capítulo antecedente pasaban en la provincia de ; vinieron a tal estado las pasiones y diferencias del General, que estaba el pueblo dividido en dos bandos. Unos decían que el Obispo como pastor debía prevalecer, y otros, que el General como Ministro de Su Majestad convenía estar adelante, y tener la suya sobre el hito: de donde resultó perseguir el General a algunas personas del bando contrario, y el Obispo usar de excomuniones contra él y sus ministros, y estaba de tal manera