los habitantes de la plaza, que durante largo tiempo se habían visto desprovistos de las mercancías que estaban acostumbrados a recibir por los galeones españoles (a quienes los ingleses impedían hacer sus constantes viajes) y que por otra parte carecían de y otras cosas, trabajaron tanto al , que, a cambio de un presente que obligaron a los holandeses a hacerle y satisfaciendo el pago de los derechos debidos al Rey de España, se les permitió desembarcar y comerciar allí.
Entretanto los ministros españoles, temiendo que la interrupción del comercio y la escasez de mercaderías europeas en aquellas regiones indujera a los habitantes a negociar con extranjeros, cosa que en interés de ellos está impedir cuanto pudiesen, creyeron conveniente otorgar licencia a varios de sus súbditos particulares para comerciar con las por su propia cuenta y riesgo. tomó una de dichas licencias y aparejó un buque en Cádiz, donde yo residía a la sazón; resolví embarcarme en él, y eso con la mejor buena voluntad, porque tiempo atrás tuve algunos negocios con dicho caballero. Muy amistosamente consintió en dejarme ir bajo su apellido, como sobrino suyo, para que pudiera yo ocultar mi calidad de extranjero,