que, de saberse, hubiera impedido mi viaje, porque en España no permiten sino que los españoles nativos vayan en sus buques a las . Izamos velas a fines de diciembre de 1657, en un buque de cuatrocientas cincuenta toneladas, y en ciento cinco días llegamos a la desembocadura del , donde nos encontramos con una fragata francesa, cuyo comandante era el , y con ella durante algún tiempo. Nos libramos de la fragata y continuamos nuestra ruta hasta que llegamos frente a Buenos Aires, donde encontramos veinte buques holandeses y dos ingleses, cargados de regreso con cueros de toro, plata en láminas y lana de vicuña, que habían recibido en cambio de sus mercaderías. Pocos días después, tres de los buques holandeses, saliendo de la , se encontraron con el y otra fragata denominada La Mareschale, comandada por el . Después de dura lucha, los holandeses abordaron y se apoderaron de La Mareschale, pasaron al filo de la espada a todos sus hombres y al caballero junto con los demás.
Este accidente alarmó a los de Buenos Aires e hizo que se pusieran en guardia, imaginándose que había una escuadra francesa que venía al río para realizar una intentona contra su país.