un riacho, llamado , el cual desemboca en el , a un cuarto de legua de la ciudad: esta comprende cuatrocientas casas, no tiene empalizada, ni muralla, ni foso, y nada la defiende sino un fortín de tierra, circundado por un foso, que domina el río, y tiene diez cañones de hierro, el mayor de los cuales es de a doce. Allí reside el , que no tiene sino ciento cincuenta hombres de guarnición, los cuales están formados en tres compañías comandadas por tres capitanes, a los que nombra a voluntad; y efectivamente los cambia con tanta frecuencia que difícilmente hay un ciudadano rico que no haya sido capitán. Estas compañías no están siempre completas, porque los soldados son atraídos por la baratura de la vida en esas regiones y desertan frecuentemente, a pesar de los empeños en mantenerlos en el servicio por medio de una abundante paga, que es de cuatro reales diarios, que equivalen a un chelín y seis peniques ingleses, y un pan que es cuanto puede comer un hombre. Mas el mantiene para su servicio ordinario, en una llanura inmediata, mil doscientos caballos mansos, para montar en caso de necesidad a los habitantes de la plaza y formar un pequeño cuerpo de caballería. Además de este fuerte, hay un pequeño bastión en la
Relación de un viaje al Río de la Plata
y de allí por tierra al Perú con observaciones sobre los habitantes, sean indios o españoles, las ciudades, el comercio, la fertilidad y las riquezas de esta parte de América