como deidades, y mientras viajaba vi a un arrodillado con la cara hacia el sol, gritando y haciendo gestos extraños con las manos y brazos. Me enteré por el que me acompañaba que era uno de esos que llaman , que por la mañana se arrodillan hacia el Sol y por la noche hacia la Luna, para suplicar a esas caprichosas divinidades que les fueran propicias, que les dieran buen tiempo y la victoria sobre sus enemigos.
No usan de grandes ceremonias en sus casamientos; pero cuando muere un pariente, después de haber frotado el cadáver con una tierra que lo consume todo menos los huesos, los guardan, y llevan de ellos tantos como convenientemente pueden, en una especie de cofres; y esto lo hacen en prueba de su afecto por sus parientes. Realmente no les dejan faltar sus buenos oficios durante la vida, ni en la enfermedad ni en la muerte.
A lo largo del advertí muchísimos loros o papagayos, como los llaman los españoles, y ciertos pájaros llamados guacamayos, que son de diversos colores y dos o tres veces más grandes que un loro. El río mismo está lleno