las cuales estaba cubierto todo el trayecto. El altar donde la Hostia iba a ser depositada en la iglesia de los recoletos, estaba tan adornada con imágenes, vasos y planchas de oro y plata, perlas, diamantes y otras piedras preciosas, que difícilmente alguien podría haber visto algo más rico: porque los ciudadanos llevaron allí todas las joyas más raras que tenían. Los extraordinarios gastos de todo este tiempo de regocijos fueron calculados en una suma que sobrepasaba las quinientas mil coronas.
Terminadas estas diversiones, el resto del tiempo que permanecí en Potosí lo empleé en completar la venta de las mercaderías, cuyos inventarios llevara conmigo; y me obligué a hacer que esas mercaderías fueran entregadas en un tiempo determinado en Jujuy, y a pagar todos los gastos de transporte hasta allá. Recibí la mayor parte de los pagos en plata, principalmente en patacones, plata labrada, barras y piñas, esto es plata virgen, y el resto en lana de vicuña. Cuando hube concluido por completo el negocio para el cual fui enviado a Potosí, abandoné el lugar para volver a Buenos Aires por el mismo camino por donde viniera. Cargué mis fardos a lomo de mula, que es el modo ordinario de transporte,