Argentina y Conquista del Río de la Plata

con otros acaecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y el Estado del Brasil

La co sa a tal ex tre mo hu bo lle ga do

que car ne hu ma na vi que se co a

ham bre ca ni na fuer za a llí a un sol da do

pen san do que su he cho na die a

Las tri pas le sa ca ra a un a hor ca do

y al me dio del co cer se las co a

Los hue sos se ro í an de fi na dos

quién no llo ra es tos ca sos de sas tra dos

Un mo zo que a tam bor fue de la ar ma da

en es ta cru da ho rren da y gran de rui na

sa bien do se guar da ba en la po sa da

de Flo ren ti na y do ña Ca ta li na

el res to de ra cio nes ya pa sa da

la me dia no che a prie sa va y ca mi na

y en tran do en la cho zue la le sen an

las da mas y al en cuen tro le sa an

La u na da ma y o tra le co gie ron

sin que pu die se el po bre es ca bu llir se

A pie dad nin gu na se mo vie ron

que de e llas con ver dad no ha de es cri bir se

La o re ja de su ros tro des pren die ron

y al po bre sin cu rar le de jan ir se

y por más pre su mir de su mal he cho

la o re ja abs ci sa cla van en su te cho

La cosa a tal extremo hubo llegado

que carne humana vi que se comía;

hambre canina fuerza allí a un soldado,

pensando que su hecho nadie vía.

Las tripas le sacara a un ahorcado,

y al medio del cocer se las comía.

Los huesos se roían de finados,

¿quién no llora estos casos desastrados?

Un mozo, que atambor fue de la armada,

en esta cruda, horrenda y grande ruina,

sabiendo se guardaba en la posada

de Florentina y doña Catalina

el resto de raciones, ya pasada

la media noche, a priesa va y camina;

y entrando en la chozuela le sentían

las damas, y al encuentro le salían.

La una dama y otra le cogieron

sin que pudiese el pobre escabullirse.

A piedad ninguna se movieron,

que de ellas con verdad no ha de escribirse.

La oreja de su rostro desprendieron,

y al pobre sin curarle dejan irse,

y por más presumir de su mal hecho,

la oreja abscisa clavan en su techo.

La cosa a tal extremo hubo llegado,

Que carne humana ví que se comia:

Hambre canina fuerza allí a un soldado,

Pensando que su hecho nadie via.

Las tripas le sacára a un ahorcado,

Y al medio del cocer se las comia:

Los huesos se roian de finados,

¿Quien no llora estos casos desastrados?

Un mozo, que atambor fue de la armada,

En esta cruda, horrenda y grande ruina,

Sabiendo se guardaba en la posada

De Florentina y Doña Catalina,

El resto de raciones, ya pasada

La media noche, a priesa va y camina;

Y entrando en la chozuela le sentian

Las damas, y al encuentro le salian.

La una dama y otra le cogieron,

Sin que pudiese el pobre escabullirse:

A piedad ninguna se movieron,

Que de ellas con verdad no ha de escribirse.

La oreja de su rostro desprendieron,

Y al pobre sin curarle dejan irse,

Y por mas presumir de su mal hecho,

La oreja abscisa clavan en su techo.

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2024 Argentina y Conquista del Río de la Plata. ISSN 1668-0001. CC BY 4.0